domingo, 22 de noviembre de 2009

Maravillosamente equivocados

Por: * Carucí, Nerliny
Cedeño, María
Chacón, Johanna
Méndez, Gusmary
Niño, Yajaira

La esencia misma de la reflexión
es comprender aquello
que no había sido comprendido.

Gastón Bachelard

En estos momentos, cuando el aprendizaje se está concibiendo como un proceso activo y constructivo donde el alumno es responsable del procesamiento de las informaciones, resulta innegable la necesidad de examinar algunas técnicas que nos permitan abrir puertas hacia la interacción recíproca entre lo individual y lo social. Por ello, en este ensayo decidimos estudiar cómo los conocimientos previos sirven para utilizar el “error” como un medio de aprendizaje y, además, analizar de qué manera el trabajo en equipo puede desarrollar las habilidades del individuo para detectar y corregir esas deficiencias.
Dentro de este marco, consideraremos tres aspectos básicos: primero, el bagaje de saberes previos, entendido como informaciones almacenadas que se aplican a nuevas situaciones de aprendizaje. Segundo, el error pedagógico, una herramienta para avanzar en la adquisición de destrezas. Y, por último, la dinámica de grupos en la resolución de los problemas de aprendizaje, partiendo de la premisa: uno se enriquece en la medida en que da. Experimentalmente, estableceremos una relación entre tales elementos y el aprendizaje de la lectura y la escritura, en vista de la importancia que estos procesos tienen dentro de la construcción personalizada de nuevos y mejores significados para acceder a las diversas áreas del conocimiento.
Ahora bien, si admitimos que el aprendizaje involucra actividades mentales particulares, debemos tener en consideración que el aprendiz se encuentra en una búsqueda constante de sus destrezas para consolidar una interpretación realista de lo estudiado y poder no sólo vivir, sino aprender a convivir, en otras palabras, a descubrir, razonar, escuchar, expresar y representar experiencias e ideas (Andueza, 1999).
Bajo este enfoque, podemos afirmar que la capacidad de comprensión e interpretación del alumno, de acuerdo con su nivel de madurez cognitiva, viene a conformar el puente que conduce al proceso de apropiación del conocimiento. Dicho nexo opera con lo “interno” y lo “externo”, permitiendo un intercambio entre ambos factores que activa las potencialidades y aptitudes el aprendiz para darle sentido a lo que recibe.

Juego de conocimientos
Entre los principales roles que nos competen como docentes y que nutren nuestro perfil como investigadores y cuestionadores frente a las diversas eventualidades que se presentan en la cotidianidad del aula, sobre todo cuando nos disponemos a facilitar y mediar el conocimiento, está el de considerar al aprendiz como un ente activo en su formación.
Antes de comenzar cualquier situación didáctica, es necesario revisar qué ideas y cuáles conceptos posee el alumno para sustentar el nuevo aprendizaje; es decir, hacer énfasis en los conocimientos previos o construcciones personales adquiridos de manera intencional o espontánea, los cuales constituyen una herramienta fundamental para el alumno, aunque están sujetos a cambios en la estructura cognitiva al momento de adquirir el nuevo saber. Tampoco se trata de determinar la cantidad de información que posee el estudiante, sino cuáles son los conceptos y proposiciones que maneja, así como el nivel de estabilidad que presentan los últimos.
Según el Manual para el Currículo Básico Nacional (1998), la estructura cognitiva se forma en el intelecto de acuerdo con tres concepciones: (1) Por adquisición espontánea, cuando se le da el significado a fenómenos y actividades cotidianas. (2) Por transmisión social, cuando son adquiridos a través y creencias culturales y (3) a través de analogías, cuando se establecen relaciones útiles con otras ideas ya preconcebidas.
Los principios de aprendizaje propuestos por Ausubel (1983) promueven el diseño de herramientas metacognitivas, destinadas a conocer la organización de la estructura cognitiva del educando, lo cual nos proporciona una mejor orientación en el plano educativo. Las actividades de interaprendizaje, no son desarrolladas “con mentes en blanco”, por el contrario, los educandos cuentan con una serie de experiencias y conocimientos que afectan, condicionan e intervienen en el aprendizaje y pueden ser aprovechados para su beneficio.
Otro aspecto importante que merece ser destacado está relacionado con la significación del aprendizaje, que no es otra cosa sino la conexión de una nueva información con un concepto pre-existente en la estructura cognitiva. Ello quiere decir que las nuevas ideas, conceptos y proposiciones pueden ser aprendidos significativamente, siempre que estén organizados y dispuestos de manera adecuada en la estructura cognitiva.
Tomando en cuenta la relevancia de los conocimientos previos en su relación con el aprendizaje significativo, es indispensable que el docente diseñe estrategias que le permitan indagar y sacar a flote las ideas y conceptos presentes en la estructura cognitiva; de modo que se pueda partir de ahí para el logro de aprendizajes acordes con las necesidades e intereses de los aprendices.

El error en la perspectiva de la construcción
Cuando nos acercamos al conocimiento basado en ideas previas, el error resulta ser un componente natural de todo aprendizaje, por cuanto son numerosas las posibilidades que éste puede brindar. Sin embargo, antes de hablar de la perspectiva del error en el aprendizaje, es preciso enfocarse en las nociones que se tienen de cada uno de ellos. El término aprender, normalmente es asociado con los contextos académicos, pero si bien es cierto que se aprende en la Escuela y en la Universidad, también es cierto que en el transcurrir de la vida, en las experiencias, en el intercambio e interacción con los semejantes, se generen, sin duda alguna, valiosas situaciones de aprendizaje.
Las corrientes Conductista, Cognitivista y Constructivista en su expresión sobre el aprendizaje han planteado lo siguiente: El Conductismo, apoyado en la teoría de Skinner, sostiene que el aprendizaje se hace posible a través del proceso estímulo-respuesta-recompensa. El Cognitivismo, de acuerdo con lo planteado Lewin, Kolb y Ausebel, sostiene que el aprendizaje es la percepción, memorización y comprensión de conceptos que se traducen en la resolución de problemas. La tercera y última corriente, concibe el aprendizaje como un proceso a través del cual el individuo, partiendo de sus conocimientos previos, amplía sus potencialidades cognitivas en esa interacción, intercambio y contacto con nuevas informaciones. Además de la ejecución consecutiva de actividades de comprensión, reflexión y autoformación, donde el alumno se convierte en una persona crítica, autónoma e independiente.
Como podemos observar, las tres corrientes expuestas supra hacen referencia al aprendizaje desde perspectivas particulares, pero todas convergen en la necesidad de propiciar la participación activa por parte del aprendiz, pues el aprendizaje como proceso multifacético demanda la intervención de las características del individuo, su historia, en fin, el contexto que lo rodea.
El error, lejos de considerarse como falta de velocidad o de dominio sobre alguna información en particular, ha de ser considerado, según el planteamiento Piagetiano (citado en la Enciclopedia Océano, 2000), como la posibilidad de alcanzar el aprendizaje, puesto que no permitir errar es limitar el crecimiento, la invención, la imaginación y, por ende, la creación, lo cual sólo se logra cuando el ser humano tiene la libertad para expresarse sin temor al equívoco, cuando con la ayuda de sus semejantes afronta sus errores en el marco de la reflexión y la autocrítica.
Una vez aclarados los términos error y aprendizaje, es importante analizar el papel que el primero juega sobre el segundo. Todo proceso de enseñanza y aprendizaje lleva implícito el error como fuente el saber; situación en la que tanto el docente como el alumno han de asumir posiciones críticas que les permitan canalizar y superar los equívocos a través del intercambio y la reflexión compartida, como vías irrefutables para la formación de individuos únicos y originales.
Ante el error, el estudiante se da cuenta de que el aprendizaje requiere de un compromiso pleno que no puede ser asumido de manera superficial como parte de un mundo light. El maestro, por su parte, ha de convertirse en un investigador asiduo, preocupado por encontrar las razones o causas que han dado origen al error, en aras de hallar soluciones viables que sean comprendidas y aplicadas por los alumnos. Bajo esta perspectiva, se puede afirmar que el error se presenta como un medio posibilitador para descubrir el aprendizaje, a través de la corrección y la autocorrección. Es así como se objetiva la necesidad de entender que el proceso de enseñanza y aprendizaje es, ante todo, una situación de comunicación donde elementos como el docente y los participantes giran en torno aun mismo eje: el aprendizaje.
De ahí que para ayudar al alumno, se deba poner de manifiesto la insuficiencia de su argumento y las contradicciones que presenta; hay que someter a crítica el conocimiento erróneo y contemplar qué elementos faltan o deben modificarse; sólo así se respeta la capacidad de razonamiento del alumno y se le ayuda a alcanzar un conocimiento válido y útil. La aparición de un error constituye un momento muy importante para la didáctica y para el aprendizaje, si se puede lograr que el estudiante ponga a prueba sus propios argumentos y conocimientos previos; que aprecie sus contradicciones y que modifique o reelabore los argumentos iniciales a los fines de sobreponerse a las dificultades detectadas.
No se trata de diseñar una serie de recetas que ayuden, paralelamente, al docente y al discípulo a corregir los errores; antes bien se trata de encontrar en los equívocos una fuente de crecimiento, tanto intelectual como personal, que se verá traducida en aprendizajes significativos. Dicho en un sentido más amplio, equivocación y rectificación son sinónimos de aprendizaje, pero por encima de todo constituyen factores permanentes en la búsqueda incansable de la verdad.

Dar, recibir y aprender
Ciertamente, una de las técnicas más recurrentes para destruir los conocimientos mal hechos y formar otros más nutridos, es el trabajo en equipo. La energía de los grupos interviene de forma determinante en la consolidación de nuevos conceptos. Como explica Andueza (1999, p. 12), “con los diferentes puntos de vista de los otros, el individuo se enriquece y enriquece a los demás con los propios suyos (sic)”. El pivote de la actividad (la participación) ejerce una fuerza educadora o moldeadora para corregir los errores.
Pero, ¿qué es un grupo? Algunos investigadores sostienen que un equipo es la reunión e interacción de individuos en las cuales coexisten fuerzas y energías complejas. En concreto, un grupo implica la unión de dos o más personas con “lazos emocionales, cálidos y personales (Olmested, citado por Andueza, 1999). Un ejemplo podría ser un núcleo familiar o un equipo de trabajo estudiantil, mas nunca una congregación de personas reunidas por accidente.
Como ya hemos señalado, un grupo posee características propias, entre las que resaltan la dependencia recíproca para alcanzar los propósitos, la percepción colectiva como una unidad, la conciencia de relación común y la participación profunda y responsable de todos los integrantes. Estas particularidades estimulan la penetración del estudiante en un campo donde hay libertad de pensamiento y no patrones unilaterales, responsabilidades en lugar de dependencia y respeto por las ideas de los demás.

Una palabra sobre la lectura y la escritura
En el caso de la adquisición de la lectura y escritura, coincidimos en que los planteamientos expuestos sobre el error tienen una influencia indudable en la construcción de significados inherentes a la cultura de la lengua escrita. El aprendizaje de los procesos de lectura y escritura se halla sujeto a la orientación que reciban los participantes para considerar sus equivocaciones y fracasos como oportunidades para reconstruir su conocimiento. El estudiante se da cuenta de que no puede ni debe adquirir actitudes superficiales; surge en él la autocrítica y, paralelamente, adquiere valores como la responsabilidad, la honestidad y la disciplina. Sentirá curiosidad por indagar, observar y rectificar. Esto lo conduce a nivelar su formación en esa interacción con sus semejantes y por supuesto con los medios impresos.
Conviene entonces insistir en la necesidad de que tanto los profesores, como los padres se comprometan con el proceso de adquisición de la lengua escrita y guíen a los alumnos en la búsqueda del conocimiento y desarrollo de sus potencialidades a través de la autoformación, donde los errores sean vistos como oportunidades para aprender y no como torpezas.
En las primeras etapas es primordial alentar a los participantes a comprender y solucionar sus errores en la lectura y la escritura, para que no lleguen a etapas superiores con esas deficiencias. Así tendrán conciencia de que ellos son los entes activos de su proceso educativo y que los profesores únicamente son facilitadores o mediadores del conocimiento, y no los responsables de su atraso en el aprendizaje. Al respecto, Villalobos (1993) señala que el conocimiento acumulado por el estudiante es semejante a una escalera de concreto que apoya de los escalones de abajo, pero si los errores no se solucionan oportunamente, esa escalera se derrumba como si fuese sólo arena.
Finalmente, se puede decir que los saberes previos interactúan e influyen en la forma como los individuos interpretan las informaciones, propiciando un clima de autocorrección marcado por la maravillosa coyuntura que ofrece el error de redimensionar, construir o reconstruir el camino para acceder al dominio del conocimiento, de las habilidades y de la lengua escrita.

Referencias

Andueza, M (1999). Dinámica de grupos en Educación: Área de lectura y redacción. (Vol. 10)

Ausubel, D y Novack, J. y Hanesian, H. (1983). Psicología Educativa: Un punto de vista cognoscitivo. (2da. Ed.). México: Trillas.

Avilán, A. (2003). Dos problemas actuales: Lectura y escritura (1era Ed.). Venezuela: Gráficas Quintero.

Grupo Océano (2000). Máster Biblioteca práctica de la comunicación. Aprendizaje. Tomo 2. Barcelona: Grupo Editorial Océano.

Lerner, D. y Palacios, A. (1990). El aprendizaje de la lengua escrita en la escuela: Reflexiones sobre la propuesta pedagógica constructivista. Caracas: Kapeluz Vnezolana.

Manual del Currículo Básico Nacional (1998). Contenidos y aprendizajes. Caracas: Santillana.

Moreira, M. (1993). [Reseña del libro A teoría da aprendizagem significativa, de D. Ausubel]. Universidad de Río Grande do Sul Sao Paulo, CIEF Fascículos.

Villalobos, E. (1999). El error como aprendizaje. [Documento en línea]. Disponible: http://www.istmoenlinea.com.mx/articulos/23707.html [Consulta: 2005, abril 27].

* Estudiantes de la Especialización
de Promoción de la Lectura y Escritura.
ULA-Táchira
Mayo, 2007