viernes, 13 de agosto de 2010

El 'TEMPLO' de Dios: la cámara distorsionada de los mormones

Secreta investigación sobre ladrones de incautos

Extracto de las palabras de la periodista Nerliny Carucí, luego de haber permanecido un año infiltrada entre miembros de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días

Ciertamente, me da tristeza y hasta pena ajena cuando me topo con la ignorancia de la gente (¿y la mía?). Es inconcebible que los mormones consideren el TEMPLO del Espíritu como una estructura de cuatro paredes lujosas; sabiendo que, somos todos y cada uno de los creyentes, la morada y el templo del Espíritu de Dios. 1 Corintios 3:16, 17 dice: “¿No saben que ustedes son templo de Dios y que el Espíritu de Dios habita en ustedes?”. “Si alguno destruye el templo de Dios, Dios lo destruirá a él, porque el templo de Dios es santo, y eso es lo que vosotros sois”. "¿O ignoráis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo, el cual está en vosotros, el cual tenéis de Dios, y que no sois vuestros?” (1 Corintios 6:19). Dios es Espíritu y su Espíritu mora en nosotros, los que hemos sido lavados por su preciosa sangre. No se necesita estar en el TEMPLO para ser bañado de la Gloria de Dios. (Con ello no niego que Dios esté presente en una infraestructura donde estén dos o tres reunidos, alabando -quizá la unión hace que el poder del Santo se intensifique; mas ello no significa que sólo sea en el TEMPLO que se sienta la unción del Padre-. Los creyentes pueden estar hasta en una choza y allí podrían sentir más de cerca la presencia de Dios, inclusive. Si no, miren dónde estaban los discípulos el Día de Pentecostés y qué mejor galardón que el Bautismo en el Espíritu Santo). “El tono espiritual” no lo crea un espacio físico. Son la fe y la pureza de nuestros corazones, bendecidas por la inmensa misericordia de nuestro Dios, las que hacen que podamos estar en sintonía con el Padre. Desde el mismo momento en que Jesús murió por nosotros, se rasgó el velo del Lugar Santísimo. Ya no hay intermediarios entre Dios y los seres humanos, sólo Jesucristo. Ahora, no hay separación para con Dios, tenemos la confianza de entrar en el Lugar Santísimo: ya no hay nada (a excepción del pecado) que nos impida acercarnos a Dios. Cuando aceptamos a Jesús como nuestro Salvador, nos convertimos en hijos de Dios, linaje santo escogido por Él. Entonces, por qué establecer diferencias entre los mormones que pueden entrar al TEMPLO y los que no están preparados. ¿Acaso hay algunos santos de los últimos días más santos que otros?; ¿acaso todos no somos iguales ante los ojos del Altísimo? El tiempo de la Ley pasó, señores. Nuestro único Sumo Sacerdote, por el orden de Melquisedec, es Jesucristo (estudien el libro de Hebreos); los demás son apóstoles; pero, ya no hay sacerdotes -como antes- que nos representen ante Dios; ahora el único camino es Cristo:
“Tenemos tal sumo sacerdote que se sentó a la diestra del trono de la Majestad en los cielos, ministro del Lugar Santísimo y del verdadero tabernáculo que levantó el Señor y no el hombre (Hebreos 8:1-2). Y es que, gracias a Jesucristo, todos podemos acercarnos ante la presencia de Dios, y si Dios nos ha limpiado, nadie nos puede llamar impuros. De hecho, si un mormón, al que lo han estigmatizado como poco preparado para entrar en el TEMPLO, muere; supongo que va al Cielo. Con mayor razón, refuto: ¿por qué ese mormón poco preparado NO puede entrar a un mero templo hecho de manos corruptibles?
La Palabra dice en Hebreos: Acerquémonos, pues, con confianza al trono de la gracia para que alcancemos misericordia y hallemos gracia para el oportuno socorro. Si de bendiciones se trata, yo soy una de las pruebas vivientes del poder de Dios (sin vanagloria alguna; antes bien, agradecida infinitamente); y puedo atestiguar, con evidencias extraordinarias, cómo Dios ha dejado caer su poder y su gracia sobre personas que habitan en los lugares más inhóspitos, donde ni siquiera el opio de las religiones les ha borrado sus miserias y tristezas. Por lo tanto, insisto en que el TEMPLO de la iglesia que hacen llamar “La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días” (antes denominada “Iglesia de Cristo”), no es más que una concepción trasnochada sobre nuestra relación con Dios y su Presencia –un tanto parecida a la del tiempo de la Ley, pero con unas nuevas ceremonias antibíblicas-, que dista mucho de adherirse al Amor de Dios y a la misericordia que nos concede bajo la Gracia de su Hijo primogénito, Jesucristo.
Hasta aquí, creo que todos me entienden; porque, yo todo este tiempo no creo haber tratado con tarados. He comprobado que, Dios salva al ser humano y el mismo ser humano es quien condena.
En cuanto a la ceremonia de bautizarse vicariamente a favor de los antepasados, sólo debo decirles lo que el apóstol Pablo expresa en Hebreos 9:27: “Está establecido para los hombres que mueran una sola vez, y después de esto, el juicio…”. “Todos compareceremos ante el tribunal de Cristo” (Romanos 14:10). De manera que, creo que, en lugar de estar preocupándonos por los muertos y el pasado; en el entendido  de que nosotros no tenemos ninguna autoridad, ni injerencia en el caso; como CRISTIANOS debemos preocuparnos por el presente y por todas esas personas que aún no han conocido el Evangelio de Jesús: debemos clamar por los vivos y no por los muertos.
El sellamiento de los matrimonios, en la iglesia mormona, también es otro de los temas discutibles; pero, mi intención en este momento no es discutir. Simplemente deseo abrir ventanas para la reflexión, para la revisión y la rectificación (y allí me incluyo)...
Nuestro comportamiento debe ser nuestro mejor sermón, y si nos jactamos de ser Hijos de Dios y Hermanos de Jesucristo, debemos andar como Él anduvo, en AMOR, sin exclusiones, sin creernos la Religión verdadera, tal como aparece en el prólogo del Libro Mormón. Dios no tiene límites, los límites se los ponemos nosotros. Si Dios bendijo a Cornelio, también puede hacerlo con los miembros de otras organizaciones que, aunque no sean perfectos, son temerosos de Dios. Es más, esas infraestructuras suntuosas (TEMPLOS mormones, evangélicos, católicos, adventistas...) se podrían abrir y poner al servicio de la gente para educar en amor, para beneficiar aupar actividades de transformación espiritual y mental, para levantar campamentos de adoración y oración compartidas. Los cristianos estamos obligados a ayudar a nuestro prójimo. Acaso no habéis oído que, la espiritualidad se refleja mejor en las acciones; en la consagración y disposición de nuestro corazón para hacer obras de bien e incluir a otros; en el enseñar a otros la santidad, el amor y el respeto.
Finalmente, les debo aclarar que, particularmente acepto que cada quien crea lo que mejor le parezca (aquí, ustedes pueden diferir de mí). Sin embargo, lo que jamás podré aceptar (no puedo ser connivente) es que las personas usen la Biblia o cualquier otro texto sagrado, como bandera de sus religiones, y hablen y actúen en disonancia con las palabras santas allí escritas.
Bueno, me despido, muy cortésmente, deseando que Dios os bendiga. Y, quizá me estoy volviendo tediosa; mas entended que, Dios es incluyente, no excluyente; por eso, nuestras acciones (NO sólo nuestras palabras) deben ir encaminadas a amar, a unir, a tratar a todos por igual, a no creernos jueces (aunque aquí yo haga de fiscal acusador, jeje) y a deslastrarnos de principios incoherentes con los mandamientos del Pacto Superior.

Su amiga, Nerliny Carucí
“Me escuchen o me dejen de escuchar”.