viernes, 23 de enero de 2015

Los golpes de la violencia simbólica sobre el caso Daka vistos en nuestros amigos en Facebook

Nerliny Carucí*
Luisa París**
Algunos quisieran entender los discursos sin la sombra de las relaciones de fuerza que marcan el intercambio comunicativo; mas, es querer un discurso estéril, en un mundo mecánico, sin la fecundidad y las contradicciones de la vida cotidiana. El discurso tiene necesidad de su sombra: de la posición social de quien habla, de las disposiciones (principios generadores y ordenadores de nuestras prácticas) de los interlocutores, del contexto, de las intenciones. Es, precisamente, desde esta postura que podemos hablar de violencia simbólica. Pero, ¿qué es la violencia simbólica? ¿Cómo se ejerce y cómo la podemos identificar en las acciones comunicativas? En principio, debemos decir que son esas formas de violencia que, sin emplear coacción física, arrancan sumisiones que ni siquiera se perciben. Son una forma de violencia que se ejerce sobre un agente social con su complicidad: hay una suerte de complicidad de los dominados con la dominación y los mecanismos que la hacen posible (Bourdieu, 1999).
Seguramente, se dirá que es irónico y hasta enfermizo hablar de violencia con la "complicidad activa" de los sujetos víctimas. Sin embargo, tal como lo plantea Bourdieu (citado por Fernández, 2005, p. 18), el sociólogo instituidor de este concepto, "las disposiciones que les inclinan a esta complicidad son también el efecto, incorporado, de la dominación". Ello no significa que sea voluntaria: las formas de presión, tácitamente consentidas, se ejercen necesariamente todas las veces que las estructuras objetivas arbitrarias encuentran disposiciones que son concordantes en las subjetividades.
Quizás nos parezca extraño, pero la violencia simbólica puede estar presente en todos los espacios sociales; es decir: en nuestra casa, en la calle, a través de la comunicación y el desconocimiento —suele ser invisible o pasar desapercibida. Por tanto, se ejerce de diversas formas. Tal como lo plantea el marco legal venezolano, son mensajes, valores, iconos, que transmiten y reproducen "relaciones de dominación, desigualdad y discriminación en las relaciones sociales que se establecen entre las personas, y naturalizan subordinaciones" (Ley sobre el Derecho de las Mujeres a una Vida Libre de Violencia, 2007, art.15, numeral 17).
Con este ensayo, tratamos de mostrar el ejercicio de una violencia simbólica expresada en las acciones comunicativas que fueron hechas y quedaron registradas en Facebook, en relación con las sanciones impuestas por el Gobierno venezolano a la empresa Daka. En este sentido, focalizamos nuestra mirada en un grupo de usuarios de esta red social, y consideramos los siguientes elementos: ¿cuáles son las modalidades de violencia simbólica expresadas en Facebook? ¿Cuáles son las disposiciones y posiciones sociales asociadas a las prácticas comunicativas que se desarrollan?
Nos interesa identificar y caracterizar procesos de socialización y legitimación —abiertos o velados— de la violencia simbólica por parte de ciudadanos venezolanos que hacen uso de las "calles" digitales del Facebook, desde sus esferas política, económica y social particulares.
La propuesta metodológica ha residido en dos fases: la primera consistió en la selección y clasificación de 35 enunciados que juzgamos como manifestaciones de actos de violencia simbólica encubierta, los cuales fueron publicados, entre el 9 y el 11 de noviembre de 2013 —fechas posteriores al anuncio sobre la decisión de intervenir Daka, que hizo el presidente Nicolás Maduro, el 8 de noviembre de 2013, tras comprobar la venta de mercancías con sobreprecios de hasta 1000 %, en esta red de tiendas de electrodomésticos— en los perfiles de 7 usuarios activos del Facebook en Venezuela y que comparten amistad con las escritoras de este ensayo.
Los criterios de selección de siete usuarios obedecieron a la necesidad de acceder, en buena medida, a un grupo heterogéneo para estimular la multidimensionalidad del tema. La selección se hizo a partir del pronunciamiento frecuente sobre el caso en estudio (medidas aplicadas a Daka); y, luego, tomando en cuenta la tendencia política, la clase social, el género y la edad. Del conjunto total de enunciados tomamos siete que consideramos ejemplifican, de la mejor manera, prácticas de la violencia simbólica, para desarrollar su análisis. Del resto de los enunciados, sólo se elaboró un listado de modalidades y estrategias discursivas por medio de las cuales se socializa la violencia simbólica.
Los siete mensajes fueron seleccionados considerando los siguientes elementos: 1) Enunciados que guardan relación con el caso Daka; 2) Mensajes con mayor carga connotativa y fuertes elementos de imperceptibilidad de la violencia simbólica; 3) Mensajes con mayor cantidad de interacciones en Facebook.
La muestra discursiva se tomó sin que los sujetos en estudio estuvieran previamente informados. Se recurrió al consentimiento informado sin anticipación por cuanto no era conveniente informar previamente a los involucrados sobre los objetivos del estudio. En este caso, aplica porque, la muestra intencionada podría haber cambiado o moderado sus mensajes y su forma de interrelacionarse, al saber que estaban siendo observados. No obstante, una vez, se terminó con la selección se procedió a informar sobre el sentido social de la investigación.
Aunque la identidad de los participantes la mantenemos en el anonimato, consideramos que era necesario el consentimiento para el uso y para la conservación de los datos, y la posterior publicación de resultados. Un elemento que podría servirnos es la conversión de lo privado en público que predomina en Facebook. De hecho, se estableció una dinámica de interacciones en línea con los actores escogidos, para que ellos participaran en la construcción de sus posiciones, disposiciones y en la interpretación de los textos.
Con el fin de resguardar la voz de las intérpretes y a partir de una responsabilidad conciliadora, las analistas recurrieron, también, a la voz de quienes pusieron o escribieron los textos en sus muros: se relativizaron nuestras interpretaciones finales con los hablantes seleccionados. La mirada se pluralizó, además, con los puntos de vista de otros veinte expertos conocidos por las investigadoras: diez periodistas, dos antropólogos, tres sociólogos, un diseñador gráfico, un psicólogo social, dos maestros y un industriólogo.
***
Las redes sociales digitales emergentes, como el Facebook, se han convertido en un medio predominante de comunicación. "Son nuevos espacios de socialización donde las personas comparten: exponen sus vidas, opiniones, relaciones, conexiones y conocimientos" (Torres, 2012, p. 11). Las relaciones sociales en estos espacios virtuales, al igual que en los espacios físicos, son mediadas por fuerzas de poder; y dejan en evidencia formas de violencia "refinada" (simbólica). La violencia, como dinámica social, "se construye desde los hechos, las opiniones, las conversaciones e informaciones, que fluyen y se entrecruzan en la vida cotidiana. Por ello, el tronco que le otorga significación común lo da un espacio y un territorio, un momento histórico, una tradición y una cultura compartidos" (Mora, 2008, p. 173).
Reflexionar sobre la complejidad de las relaciones sociales y de la violencia simbólica en los espacios virtuales exige la asunción de una perspectiva crítica que atienda a las tensiones de la estructura social y permita comprender los elementos que, generalmente, no se ven o son tan evidentes que no se consideran para la interpretación de la realidad. Implica asumir que la realidad social está presente (y también rige) en el mundo virtual.
La elaboración de los discursos puede estar secuestrada por versiones hegemónicas que circulan dentro y fuera de la Red. Por tanto, es necesario realizar una actividad deconstructiva de los mensajes, en el marco de los procesos sociales, políticos y económicos. La tarea nuestra debe ser instigar la problematización: ¿Para quién sirve la reproducción de discursos cargados de violencia simbólica? ¿Con qué categorías la gente se piensa a sí misma? ¿Cuáles son esas teorías y narraciones de "sentido común" que se construyen en la relación vivida con los otros, y que se estructuran en habitus?
A partir de este ensayo, buscamos profundizar y replantear la comprensión del fenómeno de la violencia simbólica, en espacios virtuales de interacción. Tal como precisa Torres (2012):
La discusión sobre la investigación en Internet en los estudios culturales de Sterne (1999, citado por Rybas y Gajjala, 2007) sugiere cambiar el enfoque de la interpretación de textos a la interpretación de la producción del contexto, evento o práctica bajo investigación. En este caso, la investigación no considera lo que un evento dado significa para sus participantes, sino cómo los significados son posibles y cuáles condiciones hacen posible prácticas particulares (Jones, 1999, p. 262, citado por Rybas y Gajjala, 2007). (p. 17)
En nuestro caso, se considerarán los textos para identificar las versiones que los usuarios comparten o rechazan en la actualización cotidiana de sus muros; pero, también, las disposiciones "estructuradas" que, a la vez, "estructuran" los actos comunicativos. Buscamos edificar visiones de nuestras prácticas que nos ayuden a visibilizar situaciones de carácter arbitrario —naturalizadas y legitimadas por nuestros discursos y formas de relacionarnos— que atentan contra la base de la convivencia diaria: el respeto por la diferencia y el reconocimiento de los otros, y contra la participación política.
Según las estadísticas de la Vicepresidencia Regional de Facebook (2013), esta red social tiene más de 11 millones de usuarios en Venezuela; es decir: dos de cada cinco venezolanos tienen cuenta en Facebook. De manera que, es importante un acercamiento a los discursos y a las prácticas que se construyen en esta plataforma digital.
La gestación de un marco para el desarrollo de este análisis debe partir de una dimensión crítica y su interés emancipador. Porta y Silva (2003), apoyados en Habermas, definen la investigación social, desde el paradigma crítico, como una investigación que intenta "desentrañar" las pautas de conocimiento y las condiciones sociales que contribuyen a la conformación de una determinada forma de pensar la realidad
Con la identificación de en qué medida la forma en que pensamos, argumentamos y razonamos está limitada por la propia sociedad, se pretende no sólo la revisión de nuestras percepciones, sino también una mejor comprensión de la realidad para su posterior transformación. (p. 4)
Como este análisis es crítico, es de suponer que la revisión de los discursos incluye una mirada a las prácticas sociales, como formas de organización y acción que se originaron para apoyar o condenar las medidas impuestas a unos empresarios que estaban estafando a los ciudadanos venezolanos.
Nuestro objetivo general es analizar las formas de violencia simbólica presentes en las acciones comunicativas hechas en Facebook, por un grupo de usuarios, en relación con la sanción aplicada por el Gobierno venezolano a la empresa Daka, y con las consecuencias sociales que generó esa medida. Para ello, es fundamental conocer los roles, las posiciones y disposiciones de los usuarios cuyas acciones comunicativas están bajo investigación en la plataforma digital. También, identificar y caracterizar las modalidades (estrategias y recursos) de la violencia simbólica expresada en Facebook por los participantes.
Poner el acento en las disposiciones y posiciones nos obliga, también, a advertir la forma cómo nuestro conocimiento y nuestra trayectoria permea la comprensión e interpretación que hacemos de este fenómeno. Ambas analistas somos estudiantes de la Maestría en Psicología Social de la Universidad Central de Venezuela (UCV). Una es periodista de tendencia progresista, formada en la Universidad de Los Andes (ULA) y criada en la pobreza extrema. La otra analista es Socióloga, de clase media baja, egresada de la UCV; también de izquierda.
***
Antes de embarcarnos en el análisis de los actos de habla, debemos ser más explícitas sobre la "violencia simbólica" que queremos estudiar. La violencia simbólica encuentra sus raíces profundas en las relaciones de poder de las sociedades en las que prevalecen estructuras de subordinación y dominación que consolidan la conformación de presuposiciones y valores "racionales" que son adoptados por los dominados para interpretar el mundo. En la aceptación inconsciente de la imposición está el resorte que sostiene la violencia simbólica.
La violencia simbólica se materializa en las prácticas discursivas y en las acciones. De acuerdo con Bourdieu (citado por Fernández, 2005), el orden social hegemónico se inscribe en los cuerpos y en las mentes:
La raíz de la violencia simbólica se halla en el hecho de que los dominados se piensen a sí mismos con las categorías de los dominantes: "La forma por antonomasia de la violencia simbólica es el poder que, más allá de la oposición ritual entre Habermas y Foucault, se ejerce por medio de las vías de comunicación racional, es decir, con la adhesión (forzada) de aquellos que, por ser productos dominados de un orden dominado por las fuerzas que se amparan en la razón, no tienen más remedio que otorgar su consentimiento a la arbitrariedad de la fuerza racionalizada" (Bourdieu, 1999b). (pp. 14 y 15)
Bourdieu (1999) despliega, con creces, estos planteamientos conceptuales: 1) Se hace una corporización del orden social impuesto por las condiciones materiales de existencia: por las veladas amenazas y la violencia propia de las estructuras económicas y sociales, y los mecanismos por medio de los cuales se producen. 2) Se aceptan un conjunto de presupuestos fundamentales implícitos en la práctica. 3) Los agentes sociales actúan como si el universo social fuese algo natural, por cuanto las estructuras cognitivas que aplican para interpretar el mundo son constituidas a partir de las mismas estructuras de este mundo. 4) Lo que explica la violencia simbólica son las disposiciones inculcadas en el comportamiento corporal de los agentes sociales o en los múltiples modos de ver las cosas o hablar de ellas.
El término "violencia simbólica" aplica en el campo del habla y la comunicación, como en cualquier otro: se ejerce —mediante lo que Bourdieu califica— "el orden de las cosas": para comprender lo que se dice o deja de decirse, hay que tener en cuenta las relaciones de fuerza que se establecen en el reino simbólico. Fernández (2005, p. 19), hace referencia al análisis del habla sugerido por Bourdieu: "La lengua en ejercicio es siempre, según él, la lengua oficial autorizada por algún grupo, una lengua reconocida comúnmente como legítima, sin intención deliberada o aceptación de una norma, tanto por los que hablan como por los que escuchan".
La violencia simbólica se ejerce a través de lo que decimos, oímos y hacemos: de los textos (las letras de canciones, el refranero, los chistes, los dichos populares), los juegos de video, las novelas, las caricaturas, las imágenes. "Los sistemas simbólicos son instrumentos de comunicación y de dominación: hacen posible el consenso lógico y moral, al mismo tiempo que contribuyen a la reproducción del orden social" (Bourdieu, citado por Fernández, 2005, p. 11). Estos sistemas funcionan, pues, como organizadores y reproductores de las formas y categorías establecidas.
Según Bourdieu (en Fernández, 2005), la comunicación contiene la virtualidad de un acto de poder:
Una parte muy importante de lo que se produce en la comunicación verbal, hasta el contenido mismo del mensaje, permanece ininteligible en tanto no se tenga en cuenta la totalidad de la estructura de relaciones de fuerza presente, aunque en estado invisible, en el intercambio. (p. 20)
La violencia simbólica, como forma de agresión subterránea, subyacente, implica la exclusión o dominación “del otro” a partir de relaciones de poder. En opinión de Bourdieu, la imposición simbólica se reproduce de modo estructural y su “fundamento no reside en las conciencias engañadas que bastaría con iluminar, sino en unas inclinaciones modeladas por las estructuras de dominación que las producen” (Bourdieu, 2003, citado por Serrano y Ruiz, 2013, p. 127).
Cada campo tiene sus formas particulares de violencia simbólica. Por ejemplo, la dominación simbólica del orden masculino sobre el femenino se sirve de muchos instrumentos, siendo uno de ellos el espacio universitario. Una investigación realizada por Rivera y Tirado (2006), en México, da cuenta de formas de violencia simbólica que se reproducen en algunos campos académicos. Las investigadoras identificaron formas de expresión de la violencia simbólica: descalificaciones de mujeres hacia otra mujer: “Lo que pasa es que ya estás en la menopausia”; "Las mujeres no sirven para eso"; “¿Necesitas que te lo vuelva a explicar?”; “Por algo, se quedó soltera”; “Son de viejas, son subjetivas, no valen. Son temas de …”; “Si no eres bonita lo mejor será que te dediques a estudiar”. Esta investigación evidencia cómo la misoginia continúa siendo disfrazada y estando aparentemente agazapada (Rivera y Tirado, 2006):
Las mujeres pueden expresar cierta violencia simbólica, de autoexclusión. Porque el subordinado a veces no se da cuenta de su situación, acepta tal condición porque le parece natural este estado. Y mantiene esta asimetría porque le es difícil luchar con esta, prefiere entonces reconocer el poder de quienes la ejercen. (...) En el proceso de investigación y generación del conocimiento es común ver presente una violencia simbólica, que se expresa de diversas formas; la más común es el señalamiento desacreditando los temas que abordan el estudio de género, mediante la frase “Ése no es un tema científico”. (sección "El desarrollo académico y sus contrastes", último párrafo; sección "Conclusiones", último párrafo)
Para la psicopedagoga clínica Laura Gutman (citada por Huerta, 2012), la violencia simbólica puede ser mucho más letal de lo que nos podemos imaginar: las diversas formas de violencia simbólica tienen la dificultad de ser identificadas como violencia; pues, no se notan, se desconocen o no se presuponen. Así, pueden mantenerse mucho más tiempo en acción sin ser descubiertas.
***
Ahora sí, examinemos las formas de violencias simbólica en los siete enunciamos que decidimos desarrollar para el análisis. El significado de los mensajes se hará a la luz del Análisis de Contenido cualitativo, asociado a un enfoque narrativo; pero, con un acercamiento al Análisis Crítico del Discurso propuesto por Van Dijk (1993, 2000), que nos facilite la inferencia de estrategias e intenciones subyacentes a los actos comunicativos de los usuarios seleccionados.
Entendemos el Análisis de Contenido, en su vertiente cualitativa (Ruiz , 2009, p. 194), como aquel en el cual "la labor de interpretación del discurso es más importante que la del recuento o la asociación estadística de los elementos del lenguaje (sic)"; un mismo texto contiene muchos significados o sentidos. Fernández (2002), caracteriza al Análisis de Contenido como un método de investigación que permite identificar determinados elementos componentes de discursos, y su respectiva clasificación "bajo la forma de categorías para la explicación de fenómenos sociales". Este método contribuye a construir perfiles de los actantes (quien realiza el acto); identificar actitudes; aislar, clasificar y organizar los elementos que interesan, en categorías; e incorporar pautas emergentes.
"De las relaciones que vinculan esos ejes de contenidos, irá emergiendo una especie de radiografía de las ideas fundamentales contenidas en el material investigado. Son esbozos generales del fenómeno que permitirán una primera aproximación interpretativa" (Porta y Silva, 2003, p. 15). Paralelamente, es necesaria la comparación de las semejanzas y diferencias que aparecen en la descripción y valoración de la realidad en posiciones distintas y a través de diferentes fuentes.
Unidad de Análisis: Enunciado (texto + implicaturas).
Unidades Genéricas: imágenes, videos, textos escritos.
Unidades de Contexto: muros seleccionados e interacciones.

Ejercicio 1

En el texto, el hablante —un psicólogo de clase media que se autorreconoce como de izquierda y "chavista"—, través de una comparación implícita, establece una diferencia entre los "decentes" (de los cuales él, supuestamente, forma parte) y los "indecentes", asignando el atributo de "dignos", a los primeros; y los atributos de "indignos" y "vendidos", a los segundos. Usa la estrategia de distanciamiento con los otros venezolanos que fueron a comprar a Daka. A ello va aparejada la frase: ¡Qué viva la Venezuela decente! (esto es: "¡Que viva la gente como yo!"), cuya implicatura podría ser: ¡Que muera la gente indecente! (léase: quienes fueron a comprar a Daka).
Según el hablante, ir a Daka es indecente, como las otras prácticas señaladas —aunque querer comprar más barato o a precio justo sólo sea un interés compartido por todos los asalariados, incluso por este hablante que dice que eso es indecente—. Se observan las estrategias de autopresentación positiva por superioridad moral, y la presentación negativa de los otros: claramente establece un "yo" y un "ellos". Tiende a asociar a aquel que participó en el Dakazo con la indecencia y, por consiguiente, a identificarlo como una persona inferior, sin méritos ni ética; es decir, como una persona que impone su presunción por encima de su honradez.
El hablante asoma que la gente que fue a Daka, durante los días posteriores a las medidas, es estúpida e indecente porque se dejó manipular para comprar barato, en respuesta a una medida populista de emergencia ejercida por el Gobierno para ganar votos. De esta forma, el ataque es contra el Gobierno y contra quienes, de alguna manera, aprovecharon las medidas, respondiendo a una racionalidad económica propia de asalariado.
El mejor ejemplo de violencia simbólica es la de asalariados atacando asalariados (conciencia alojadora del opresor o de los opresores) como si tuvieran intereses contrarios: hay una disposición en el pensamiento de ese asalariado que lo hace actuar como si no lo fuera. Además, el hablante asume una categoría impuesta por los grupos económicos dominantes de lo que significa ser digno: "No dejarse comprar por el Gobierno ni mostrar el hambre". La dignidad y la decencia son analizadas por este "chavista", desde el modelo de unos grupos dominantes que quieren mantener sus prácticas delictivas. Este hablante ha naturalizado el hecho de asociar la decencia con no ir a comprar en Daka, ni raspar los cupos de las divisas. El objetivo principal para este chavista clase media es mantener la dignidad tal como la conciben los dominantes, aunque ello signifique no tener lujos o no comprar lo que necesita.
Otras versiones:
Este psicólogo de izquierda reitera que ir a comprar en Daka es hacerle culto a la indecencia, la hipocresía y la contradicción: los empresarios de Daka nos roban y la gente lo apoya (lo premia) yendo a comprarles la mercancía. La opinión de él se corresponde con la de otros analistas de tendencia libertaria: Daka es una de las empresas privadas cuyos dueños atacan encubiertamente la economía del país. Sus dueños roban al pueblo; por lo tanto, en Daka, no hay que comprar nada. Hacerlo, significa alimentar y apoyar a unos ladrones confesos. Los estafadores deberían recibir una lección de vida que los haga quedar fuera de juego.
Esta particularidad que agrega el hablante, como parte de su interpretación, en virtud de su intención, supone deshacer el lazo que las analistas de este ensayo —y otros compañeros— hicimos entre el texto y las disposiciones del actante. Lo que se saca a luz es que este hablante tiene unos esquemas de percepción formados desde la lógica de un movimiento de extrema izquierda que infiltran sus actos de habla. Según el hablante, en nuestra interpretación, hubo un sesgo al pretender entender su punto de vista, sin estar inmediatamente involucradas con su ideología.

Ejercicio 2.

En el ejemplo que vemos arriba, se observa cómo la hablante —una mujer opositora al Gobierno, profesora universitaria; que pertenece, a lo que nosotras llamamos, el limbo del que no es ni pobre ni clase media (para algunos científicos taxativos: la clase media baja) muestra un profundo desprecio por el venezolano "de a pie".
Ésta es una de las imágenes más duras de la violencia simbólica: parte de que la gente pobre, sin importar si es de oposición o del proceso revolucionario, actúa como pirañas devoradoras de cosas materiales; los juzga como consumistas y hambrientos de aparatos que no son de primera necesidad. La hablante invisibiliza la diferencia: las subjetividades son subsumidas en el genérico arborizado del pueblo ignorante que se deja atrapar con cualquier cebo que le ponga el Gobierno.
La gente organizada en forma del as de copa de la carta española, refleja homogeneidad: si se detalla la imagen, se ve a un grupo de sujetos con características similares y todos dispuestos en una figura arborizada. La imagen da la sensación de una multitud de personas atrapadas en una gran red, con una carnada de dádivas.
La postura de Nicolás Maduro, sentado sobre el 8-D, y sosteniendo el televisor con la caña de pescar, podría sugerir que el Presidente defeca en la estampa del 8-D, como si le importara un bledo la democracia: compra votos entregando televisores.
Para algunos, la forma de águila podría ser una incitación a quienes permanecen atrapados en la red por la ideología de turno en el poder para que se zafen y puedan ser, supuestamente, libres.
Otro elemento: la hablante no se identifica con los pobres. Asume que Maduro utilizó las rebajas para ganar votos —otra categoría de la lectura de grupos económicos y sociales dominantes—, desconociendo el mecanismo monstruoso de la especulación. Por otro lado, presupone que, a los pobres —que, de paso, también, son una "masa ignorante"— sólo les importa recibir limosnas y, por tanto, aceptan cualquier cosa que se les dé.
Otras versiones:
La hablante considera que, efectivamente, en la imagen se presenta a la gente que fue a comprar en Daka como una masa "idiotizada". Es más: admite los elementos implícitos de violencia simbólica evidenciados con la mirada que las analistas de este ensayo arrojamos a la caricatura. Pero, advierte que no podemos ser ingenuos: "reconocerlo, no significa que obviemos la intención del Gobierno". Para ella, el problema de la especulación está latente desde hace un buen rato, pero el Gobierno esperó el momento electoral propicio para aplicar las medidas. Con ello —la actante coincide con otros de los consultados—, el Gobierno buscaba producir en la gente la sensación de "felicidad", "bonanza", "justicia". De hecho, hubo gente que salió disparada a ver qué había en los anaqueles y compró cosas que ni siquiera necesitaba.

Ejercicio 3.

En el ejemplo de arriba, el hablante —un periodista que tiene fama de ser "equilibrado" en su práctica profesional, de clase media baja— da a entender que el país tiene mucho que ofrecer, pero sin la gente: "la gente no sirve" (argumento colonialista emitido por un colonizable). Esta estrategia es similar a la de aquellos que dicen que Venezuela es un gran país por sus riquezas naturales, sin referirse a la gente. Desde su posición privilegiada, el hablante juzga a sus compatriotas como una gente que no sirve y que no se corresponde con el país que tiene: se desdibuja quién hace el país.
El actante recurre a la estrategia de la despersonalización: "nuestro país necesita mejor gente": él no se incluye, simplemente desplaza la responsabilidad a los demás. Las categorías "mejor gente" y "mejor país" están en azul, como si el azul fuera el color de los más inteligente, honestos (los rojos, obviamente, todo lo contrario); y el uso del color negro, con un fondo nublado y revuelto refleja, caos, tragedia, dolor, tristeza; pero, "vendrá la mejor gente (la de azul) y nos sacará del pozo". La diagramación del texto azul está situada más a la derecha; es decir: se observa una inclinación. El actante adopta una arbitrariedad "racional": Siempre necesitamos a alguien que nos libere. Este argumento guarda relación con teorías "científicas" que consideran a "los latinos menos inteligentes y capaces que los blancos". El enunciado implica que el país está en peligro con la gente venezolana (incluyéndose, a pesar de que no sea consciente).
También, recurre a la estrategia de la concesión aparente, cuando intenta presentarse solidario con el grupo de personas que piensa que "nosotros necesitamos un mejor país", para, después, hacer una objeción cargada de prejuicios y estereotipos. El hablante intenta mantener su imagen de "equilibrado y plural".
La versión del hablante:
Este periodista reconoce la violencia simbólica implícita en el mensaje y argumenta no haber estado consciente de los mecanismos de violencia inscritos en el texto, al momento de la publicación. Expresa que su intención, simplemente, era reflexionar sobre lo difícil que es avanzar con gente que desangra al país: vendiendo dólares, estafando o especulando.

Ejercicio 4.

En el siguiente ejemplo, la hablante —una mujer bachiller, de clase desposeída, opositora al Gobierno— evidencia una acción discriminatoria y racista en la apreciación: despoja a los pobres de su condición humana. Recurre a la animalización del venezolano: en 1999, los venezolanos pobres eran humanos; pero, desde hace 14 años, hemos involucionado hacia monos. Mediante este antagonismo, ofrece como signo de la animalización y la minimización los casos de los venezolanos que fueron a comprar, "irracionalmente", electrodomésticos en Daka empujados por las "rebajas impuestas" por el Gobierno.
Una vez más, la violencia es de asalariado contra asalariado. La actante tampoco reconoce que la intervención de Daka se trata de una medida de justicia social que beneficia al pueblo venezolano y frena prácticas estafadoras. La imagen compartida por la hablante acusa a la Revolución Bolivariana de promover una regresión cultural en Venezuela y como enemiga de la propiedad privada; sin matizarse, para nada, el grado de veracidad de esa afirmación.
Otro dato curioso es el siguiente: la figura que está ubicada, del lado izquierdo del aviso es alta, catira, con barba; nos recuerda al Cristo occidental, inteligente, lleno de sabiduría, que camina orgulloso. Sin embargo, las siguientes son personas negras que terminan convirtiéndose en animales (monos: salvajes, gente que no piensa). La figura del mono final es un niño; o sea: hemos venido de más a menos.
Las estrategias discursivas que orientan el discurso prejuiciado de este hablante se sustentan en sus disposiciones para reproducir el empleo de dicotomías inoperantes que vienen con la dudosa carta de presentación de la racionalidad modernista. Son dicotomías que sólo sirven —a juicio de Bencomo (2013), un antropólogo venezolano, de clase media, con formación marxista— para que el poder hegemónico y conservador nos domine.
Por ejemplo, la dicotomía chavista-opositor es falsa o inoperante para entender nuestra realidad, mas por el contrario, (les) sirve para controlarnos. No sólo es falsa la dicotomía chavistas-revolucionarios-honestos solidarios versus opositores-reaccionarios-deshonestos insolidarios, sino la que contrapone victimarios funcionarios, burgueses, comerciantes y banqueros a víctimas ciudadanos "de a pie". Un enfoque orientado a ver la explotación o las relaciones asimétricas como un problema moral no es para nada científico-económico político, sino ideológico; ya que, reproduce una concepción ultraconservadora de la realidad, maniquea, que conduce, una vez más, a legitimar relaciones asimétricas, y lo que es peor: sirve para que la burguesía oficial ataque a la civil, utilizando a la gente como fuerza de choque, haciéndole creer que comerciantes y banqueros son sus únicos enemigos, ocultándoles que el enemigo común del pueblo son los burgueses como bloque histórico, tengan el color que tengan. Además de ser unas pocas familias concretas, con nombres y apellidos, la burguesía, también, es ese diablito que forma parte de nuestra cultura, de nuestras contradicciones compartidas, que nos incita y nos coacciona para que seamos deshonestos, oportunistas y aprovechadores: el de la viveza criolla, el que no pierde oportunidad de aprovecharse de los demás, aunque eso signifique hacerles a los demás lo que no nos gusta que nos hagan, y aunque vaya en desmedro de los intereses compartidos por todos y todas.
Otras versiones:
Tanto para la hablante como para algunos analistas de derecha, los venezolanos sí han involucionado: "Lo que vimos en Daka es sinónimo de salvajismo, no tiene otra lectura: una turba de parásitos dispuestos a chupar la sangre de los empresarios que invierten en Venezuela". Para ellos, hubo un saqueo controlado por el Estado. La actante acepta la violencia inoculada en la imagen, pero insiste en que ésta es nada más un "reflejo" de lo que pasa en el país. Expresó, además, su poco interés en reflexionar sobre las razones por las cuales termina aceptando y promoviendo mensajes violentos.

Ejercicio 5.

Con este discurso, el hablante —un joven músico, de clase desposeída, recién egresado de la universidad, opositor "no radical" al Gobierno— naturaliza un mensaje que no le es propio: impone una visión discriminatoria de los venezolanos. Las implicaturas que subyacen son: "Los venezolanos son ignorantes", "A los venezolanos no les gusta leer". Acepta como suya y nuestra una condición estereotipada que nos atribuyen algunos grupos dominantes. El actante se discrimina a sí mismo, y construye una imagen de él (como venezolano) desde los ojos y la mente de otros: acaba convirtiéndose en esclavo de visiones estigmatizadas, antinaturales. De hecho, presupone que los venezolanos estaban a la entrada de los establecimientos de Daka por mero salvajismo consumista de cosas innecesarias.
En el texto, se maneja la austeridad como un imperativo para la dignidad de los pobres en nuestro país: la austeridad se presenta como el documento de identidad que te califica como un "pobre-digno". Quienes salgan como "locos" y "bestias" a comprar electrodomésticos a precios justos (equipos que algunos jamás habían podido adquirir o tener) no tienen dignidad.
La versión del hablante:
Este hablante dice no ver violencia en el enunciado. Sin embargo, reconoce una disposición a generalizar: “Por uno, pagamos todos”. Para él, esa imagen sólo refleja un estereotipo de lo que el venezolano promedio ha tejido a pulso, en los últimos meses: «"forma peo", vago, oportunista, anarco, que le gusta el facilismo; sin argumentos, sin posición definida: unos vendidos que no tienen un ideal claro. Es lo que se ve en los medios y lo que vemos en las calles». En sus palabras, el venezolano promedio NO LEE (mayúsculas puestas por el hablante) y no se ve motivado a hacerlo por la misma razón de que todo lo quiere conseguir fácil.
A partir de una práctica común en las construcciones discursivas discriminatorias, el hablante toma distancia social del grupo de criollos que él categoriza como "venezolano promedio": "Yo no me siento identificado con ese grupo; es una crítica para el venezolano promedio". Además refiere que, únicamente, puso, en su muro, una frase sobre “cómo muchos venezolanos se proyectan ante el mundo y cómo nos ven afuera. La realidad es más violenta que lo que uno dice, inclusive”.

Ejercicio 6.

El hablante —estudiante, que se mueve en la clase intermedia entre los pobres y la pequeña burguesía, opositor al Gobierno— pinta al chavista como un ser sin sentimientos ni pensamientos a quien no le importa o no se da cuenta de que su país (NUESTRO PAÍS) se está desmoronando —literalmente: cayéndose a pedazos—: lo único que, supuestamente, le importa a este chavista es tener un plasma, que ni siquiera le sirve para ver otras cosas, por estar bajo los efectos de la irracionalidad "rojo-rojita".
Se pueden hacer dos lecturas: 1) un chavista alelado, indolente y conformista, que sigue viendo las mentiras del canal rojo del Estado, mientras el país se quiebra; en otras palabras, un chavista ignorante que se deja comprar y cuentear. 2) El cinismo del chavista que está en el poder. Un chavista que se aprovecha de la ignorancia y la necesidad de los venezolanos que creen en el valor de la Patria, y los engaña con baratijas.
De igual manera, banaliza y ridiculiza un sentimiento nacional: "Tener Patria". El uso del color negro y rojo refleja muerte, desolación, destrucción; y la figura en su conjunto, un país quebrado, agrietado; pero... "tenemos Patria" (tener patria, para los chavistas ignorantes es tener un plasma, y viceversa).
Llama la atención que, a la mesa, sólo se le ven tres patas, y una de las tres patas se apoya en una piedra, como diciendo: la vida de los chavistas no tiene solidez, ni estabilidad ni equilibrio: el mundo se les puede caer en cualquier momento.
Este estudiante opositor hace un análisis reduccionista de la situación económica venezolana: asume la tesis de que la gestión gubernamental chavista ha hecho que el país se caiga a pedazos, desdibujando el efecto de las dinámicas y las situaciones estructurales del contexto. Con esta caricatura, el hablante subestima al chavista y frivoliza una acción pública contra unos comerciantes que estaban robando al pueblo. El hablante prefiere plegarse a la versión de quienes estaban delinquiendo (estafando). En él, hay una disposición estructural a aceptar o hacerse eco de interpretaciones de ciertos sectores dominantes de la burguesía, sobre "lo perjudicial" de las justas medidas tomadas por el Gobierno contra comerciantes infractores. Se inclina a insinuar que, por medidas como éstas, el país se está hundiendo.
Otras versiones:
Para varios expertos de derecha, y para el propio hablante, sólo se intenta alertar sobre cómo algunos políticos 'idiotizan conciencias': "Algunos venezolanos parecieran haberse acostumbrado a vivir en un país en ruinas"; "Víctimas de un fanatismo desmedido, algunos chavistas ni siquiera se cuestionan: ¿Tenemos Patria?".
El actante que colocó esta caricatura en su muro indica que el país se ha convertido en una caricatura: en un chiste de un país sin derechos: "El canal del Estado (que ya ni siquiera es tabla de salvación para el sector político que dice representar) no cesa de repetir, frente a los problemas, la crisis y la mediocridad, que lo más importante es que tenemos Patria".

Ejercicio 7. 

En este texto, el actante —un sociólogo, de clase media, egresado de la Universidad Central de Venezuela, autodenominado pensador de izquierda y militante revolucionario— recurre a la estrategia del desplazamiento histórico que consiste en reconocer y valorar exclusivamente al líder de la Revolución Bolivariana; pero, paralelamente, desconoce al chavista actual como un "verdadero" revolucionario. Presupone un proceso de degeneración de la pureza del revolucionario mayor: Hugo Chávez.
Desde su rol de "iluminado" y su conciencia de "favorecido", el actante hace una interpretación homogenizante del mundo social "chavista": excluye las dinámicas sociales y las subjetividades. Se casa con la idea de que el chavismo actual (que lo incluye a él mismo, aunque no lo reconozca) no tiene conciencia social y es clientelista. Al decir la frase: "¡Te extraño, Chávez!" admite dos tesis de la derecha venezolana: 1. El único revolucionario era Chávez. 2) El único que creía en la Revolución era Chávez. De esta manera, niega el carácter popular de la Revolución Bolivariana, y la madurez política del pueblo venezolano. A la vez, obvia las condiciones políticas, económicas, sociales y culturales que llevaron a miles de venezolanos a hacer colas frente a los establecimientos de Daka.
La versión del hablante:
El hablante difiere, en algunos puntos, de la interpretación que estas analistas y otros de los consultados hicieron. Para este sociólogo, el problema de la conciencia es real: hubo mucha gente que fue a comprar electrodomésticos que no necesitaba. Insiste en que "todos los procesos de cambio y de transformación social requieren de la crítica necesaria para avanzar rectificando". Acusa al presidente Maduro de haber incitado al consumismo, cuando dijo: "¡Que no quede nada en los anaqueles", cuando pudo haber dicho "compren lo que necesitan". Esa frase fue la que, según él, lo motivó a decir que extrañaba Chávez. Expuso: "Me hacía falta el carácter de Chávez al buscar los mejores caminos para el entendimiento". El sociólogo piensa que la guerra contra el capitalismo explotador y especulador se labra en la conciencia. Asimismo, denuncia que la desesperación y el populismo llevaron al Gobierno a tomar medidas que, lamentablemente, generaron más niveles de escasez y, como todo esquema de oferta-demanda, los precios naturalmente (aunque no caiga muy bien el término) volvieron a inflarse, repitiéndose ese mismo círculo vicioso. De acuerdo con su reflexión, quienes están al frente del país, hoy, carecen de la mirada futurista y previsora que tenía Chávez: "Demostraron que sólo pensaban en las elecciones del 8-D".
***
Como hemos podido apreciar, las manifestaciones de la violencia simbólica en los actos de habla se analizan a partir de las disposiciones, posiciones y roles de los actantes, y considerando el contexto sociopolítico, histórico y cultural. En general, en los treinta y cinco enunciados seleccionados, encontramos las siguientes modalidades y estrategias discursivas por medio de cuales se socializan y reproducen relaciones arbitrarias de poder: autopresentación positiva, presentación negativa de los otros, categorización dicotómica "nosotros-ellos", justificación de prejuicios, distorsión, concesión aparente, vaguedad, especificidad, atenuación de juicios, énfasis, polarización, legitimación, despersonalización, distanciamiento. Estas formas entramadas en la comunicación funcionan como apoyos silenciosos de la violencia simbólica y forman parte del horizonte real de las relaciones sociales asimétricas. De hecho, la mayoría de los actantes estudiados acepta la subordinación como algo natural, y legitima el poder de grupos dominantes. Las disposiciones a la subordinación están distribuidas homogéneamente en todos los campos y las clases sociales.
Se requiere un esfuerzo adicional para sobreponerse al reconocimiento de la violencia simbólica de la cual somos víctimas con nuestra "inadvertida" complicidad. Los mecanismos de la violencia simbólica no siempre son visibles, menos aún si nuestras categorías de percepción están moldeadas por unas situaciones y experiencias de opresión y violencia que nos hacen aceptar como "normales" ciertas acciones.
El abordaje de la violencia simbólica abre paso al planteamiento de estudiar agentes que tienen discursos y acciones con sombra social: los sujetos socializan nociones del mundo y significaciones que las imponen como legítimas, disimulando las relaciones de fuerza subyacentes. Hacer este trabajo supuso, incluso, enfrentarse a las disposiciones y posiciones de algunos académicos que, intencional o inconscientemente, intentaron velar la carga violenta que encierran los textos examinados. Los golpes de la violencia simbólica son tan sutiles que se requerirán futuros trabajos para proveer detalles más profundos acerca de las manifestaciones de este tipo de violencia en nuestros actos de habla.
En efecto, hace falta una dinámica adecuada para poder ampliar nuestra mirada. La ética en el tratamiento (aceptación y reconocimiento) de la diferencia debe estar presente en las interpretaciones de las percepciones y apreciaciones de los demás. No podemos ignorar que, muchas veces, analizamos a los otros, sus manifestaciones inmediatas y los sedimentos de esas manifestaciones, desde la distancia y desde lo alto. Berstein (1991, p. 21) "la tradición occidental silencia o elimina, cuando no reconoce la alteridad": tiene un impulso primario a ver lo otro como "lo mismo", a reducir o asimilar a los otros, y ese impulso genera asimetría en la relación y, por ende, violencia. De modo que, en cualquier intento dirigido a analizar actos de habla, debiera considerarse el punto de vista del hablante, su singularidad y las condiciones de producción de los enunciados. De no poder ser así, se deberían atender diferentes versiones y reconstrucciones aunque, finalmente, el analista o los analistas se casen con una sola versión sobre los discursos a interpretar, para asegurar una mirada más plural. 
REFERENCIAS
Bencomo, C. (11 de noviembre de 2013). Disposiciones para reproducir dicotomías inoperantes sobre la realidad social. Comentario de un foro en vivo. Recuperado de https://www.facebook.com/nerliny.caruci/posts/594968020539878?stream_ref=10
Berstein, R. (1991). Una revisión de las conexiones entre inconmensurabilidad y otredad. Nueva York: Isegoría N.° 3, 5-25.
Bourdieu, P. (1999). Meditaciones Pascalianas. Barcelona: Anagrama.
Fernández, F. (2002). El análisis de contenido como ayuda metodológica para la investigación. Revista de Ciencias Sociales (Cr), 96(2). Costa Rica: Universidad de Costa Rica. Recuperado de http://www.redalyc.org/articulo.oa?id=15309604
Fernández, J. (2005). La violencia simbólica en la obra de Bourdieu: una aproximación crítica. Cuadernos de Trabajo Social, Vol. 18. España: Universidad Complutense de Madrid. Recuperado de http://revistas.ucm.es/index.php/CUTS/article/view/CUTS0505110007A/7582
Huerta, D. (2012) .Violencia simbólica o invisible. [Artículo en línea]. Recuperado de http://davidhuerta.typepad.com/blog/2012/021/la violencia simbólica.htm
Ley orgánica sobre el derecho de las mujeres a una vida libre de violencia (2007). Recuperado de http://www.mp.gob.ve/c/document_library/get_file?uuid=a510a7e3-df74-4372-9e29-8448976f355f&groupId=10136
Mora, L. (2008). Me mataron a mis muchachos: violencia y familias populares. Akademos, 10(1), 161-178. Caracas: Universidad Central de Venezuela.
Porta, L y Silva, M. (2003). La investigación cualitativa: El Análisis de Contenido en la investigación educativa. [Artículo en línea]. Recuperado de http://www.uccor.edu.ar/paginas/REDUC/porta.pdf
Rivera, E. y Tirado. (2006). Este tema no es científico. La violencia simbólica en el conocimiento y discurso académico. Ponencia presentada en el II Coloquio Internacional de Estudios sobre Varones y Masculinidades y I Congreso Nacional de la Academia Mexicana de Estudios del Género de los Hombres, Guadalajara. Recuperado de http://www.estudiosmasculinidades.buap.mx/num3/art3.htm
Ruiz, J. (2009). Metodología de la investigación cualitativa. Bilbao: Universidad de Deusto.
Serrano, R. y Ruiz E. (2013).Violencia simbólica en internet. Ra Ximhai, Vol. 9, N.° 3, 121-139. México: Universidad Autónoma Indígena de México. Recuperado de http://www.redalyc.org/pdf/461/46112838707.pdf
Torres, G.( 2012) . La construcción del sí mismo en los jóvenes a través de las redes sociales digitales. (Tesis de pregrado del Departamento de Psicología Social). Universidad Central de Venezuela, Caracas.
Van Dijk, T. (1993). Estructura y funciones del discurso. Una introducción interdisciplinaria a la lingüística del texto y a los estudios del discurso. Primera edición en español. México: Siglo Veintiuno Editores.
Van Dijk, T. (2000). El discurso como interacción social. Estudios del discurso: introducción multidisciplinaria. Vol. 2. España: Gedisa.
Vicepresidencia Regional de Facebook (1 de agosto de 2013). Latinoamérica juega un papel importante en Facebook: 11 millones de venezolanos usan la red social. Noticias 24. Recuperado de http://www.noticias24.com/tecnologia/noticia/17985/america-latina-juega-un-papel-importante-en-resultados-de-facebook/

*Periodista ULA
**Socióloga UCV
Estudiantes de la Maestría en Psicología Social de la UCV
Enero, 2014