Nerliny Carucí*
Luisa París**
Algunos quisieran entender los discursos sin la
sombra de las relaciones de fuerza que marcan el intercambio comunicativo; mas,
es querer un discurso estéril, en un mundo mecánico, sin la fecundidad y las
contradicciones de la vida cotidiana. El discurso tiene necesidad de su sombra:
de la posición social de quien habla, de las disposiciones (principios generadores
y ordenadores de nuestras prácticas) de los interlocutores, del contexto, de
las intenciones. Es, precisamente, desde esta postura que podemos hablar de
violencia simbólica. Pero, ¿qué es la violencia simbólica? ¿Cómo se ejerce y
cómo la podemos identificar en las acciones comunicativas? En principio,
debemos decir que son esas formas de violencia que, sin emplear coacción
física, arrancan sumisiones que ni siquiera se perciben. Son una forma de violencia
que se ejerce sobre un agente social con su complicidad: hay una suerte de
complicidad de los dominados con la dominación y los mecanismos que la hacen
posible (Bourdieu, 1999).
Seguramente, se
dirá que es irónico y hasta enfermizo hablar de violencia con la "complicidad
activa" de los sujetos víctimas. Sin embargo, tal como lo plantea Bourdieu
(citado por Fernández, 2005, p. 18), el sociólogo instituidor de este concepto,
"las disposiciones que les inclinan a esta complicidad son también el
efecto, incorporado, de la dominación". Ello no significa que sea
voluntaria: las formas de presión, tácitamente consentidas, se ejercen
necesariamente todas las veces que las estructuras objetivas arbitrarias encuentran
disposiciones que son concordantes en las subjetividades.
Quizás nos parezca
extraño, pero la violencia simbólica puede estar presente en todos los espacios
sociales; es decir: en nuestra casa, en la calle, a través de la comunicación y
el desconocimiento —suele ser invisible o pasar desapercibida—. Por tanto, se ejerce de diversas formas. Tal como
lo plantea el marco legal venezolano, son mensajes, valores, iconos, que
transmiten y reproducen "relaciones de dominación, desigualdad y discriminación
en las relaciones sociales que se establecen entre las personas, y naturalizan
subordinaciones" (Ley sobre el Derecho de las Mujeres a una Vida Libre de
Violencia, 2007, art.15, numeral 17).
Con este ensayo, tratamos
de mostrar el ejercicio de una violencia simbólica expresada en las acciones
comunicativas que fueron hechas y quedaron registradas en Facebook, en relación
con las sanciones impuestas por el Gobierno venezolano a la empresa Daka. En
este sentido, focalizamos nuestra mirada en un grupo de usuarios de esta red
social, y consideramos los siguientes elementos: ¿cuáles son las modalidades de
violencia simbólica expresadas en Facebook? ¿Cuáles son las disposiciones y
posiciones sociales asociadas a las prácticas comunicativas que se desarrollan?
Nos interesa
identificar y caracterizar procesos de socialización y legitimación —abiertos o
velados— de la violencia simbólica por parte de ciudadanos venezolanos que
hacen uso de las "calles" digitales del Facebook, desde sus esferas política,
económica y social particulares.
La propuesta metodológica ha residido en dos fases:
la primera consistió en la selección y clasificación de 35 enunciados que juzgamos como manifestaciones de actos de violencia
simbólica encubierta, los cuales fueron publicados, entre el 9 y el 11 de
noviembre de 2013 —fechas posteriores al anuncio sobre la decisión de
intervenir Daka, que hizo el presidente Nicolás Maduro, el 8 de noviembre de
2013, tras comprobar la venta de mercancías con sobreprecios de hasta 1000 %,
en esta red de tiendas de electrodomésticos— en los perfiles de 7 usuarios
activos del Facebook en Venezuela y que comparten amistad con las escritoras de
este ensayo.
Los criterios de selección de siete usuarios obedecieron a la necesidad
de acceder, en buena medida, a un grupo heterogéneo para estimular la
multidimensionalidad del tema. La selección se hizo a partir del
pronunciamiento frecuente sobre el caso en estudio (medidas aplicadas a Daka);
y, luego, tomando en cuenta la tendencia política, la clase social, el género y
la edad. Del conjunto total de enunciados
tomamos siete que consideramos ejemplifican, de la mejor manera, prácticas de
la violencia simbólica, para desarrollar su análisis. Del resto de los
enunciados, sólo se elaboró un listado de modalidades y estrategias discursivas
por medio de las cuales se socializa la violencia simbólica.
Los siete mensajes fueron seleccionados
considerando los siguientes elementos: 1) Enunciados que guardan relación con
el caso Daka; 2) Mensajes con mayor carga connotativa y fuertes elementos de
imperceptibilidad de la violencia simbólica; 3) Mensajes con mayor cantidad de
interacciones en Facebook.
La muestra discursiva se tomó sin que los sujetos en estudio estuvieran previamente
informados. Se recurrió al consentimiento informado sin anticipación por cuanto
no era conveniente informar previamente a los involucrados sobre los objetivos
del estudio. En este caso, aplica porque, la muestra intencionada podría haber cambiado
o moderado sus mensajes y su forma de interrelacionarse, al saber que estaban
siendo observados. No obstante, una vez, se terminó con la selección se
procedió a informar sobre el sentido social de la investigación.
Aunque la identidad de los participantes la mantenemos en el anonimato,
consideramos que era necesario el consentimiento para el uso y para la
conservación de los datos, y la posterior publicación de resultados. Un
elemento que podría servirnos es la conversión de lo privado en público que predomina
en Facebook. De hecho, se estableció una dinámica de interacciones en línea con
los actores escogidos, para que ellos participaran en la construcción de sus
posiciones, disposiciones y en la interpretación de los textos.
Con el fin de resguardar la voz de las intérpretes y a partir de una
responsabilidad conciliadora, las analistas recurrieron, también, a la voz de
quienes pusieron o escribieron los textos en sus muros: se relativizaron
nuestras interpretaciones finales con los hablantes seleccionados. La mirada se
pluralizó, además, con los puntos de vista de otros veinte expertos conocidos
por las investigadoras: diez periodistas, dos antropólogos, tres sociólogos, un
diseñador gráfico, un psicólogo social, dos maestros y un industriólogo.
***
Las redes sociales digitales
emergentes, como el Facebook, se han convertido en un medio predominante de
comunicación. "Son nuevos espacios de socialización donde las personas
comparten: exponen sus vidas, opiniones, relaciones, conexiones y
conocimientos" (Torres, 2012, p. 11). Las relaciones sociales en estos
espacios virtuales, al igual que en los espacios físicos, son mediadas por fuerzas
de poder; y dejan en evidencia formas de violencia "refinada"
(simbólica). La violencia, como dinámica social, "se construye desde los
hechos, las opiniones, las conversaciones e informaciones, que fluyen y se
entrecruzan en la vida cotidiana. Por ello, el tronco que le otorga
significación común lo da un espacio y un territorio, un momento histórico, una
tradición y una cultura compartidos" (Mora, 2008, p. 173).
Reflexionar sobre la
complejidad de las relaciones sociales y de la violencia simbólica en los
espacios virtuales exige la asunción de una perspectiva crítica que atienda a
las tensiones de la estructura social y permita comprender los elementos que,
generalmente, no se ven —o
son tan evidentes que no se consideran para la interpretación de la realidad—. Implica asumir que la realidad social está
presente (y también rige) en el mundo virtual.
La elaboración de
los discursos puede estar secuestrada por versiones hegemónicas que circulan
dentro y fuera de la Red. Por tanto, es necesario realizar una actividad deconstructiva de los mensajes, en el marco
de los procesos sociales, políticos y económicos. La tarea nuestra debe ser
instigar la problematización: ¿Para quién
sirve la reproducción de discursos cargados de violencia simbólica? ¿Con qué
categorías la gente se piensa a sí misma? ¿Cuáles son esas teorías y
narraciones de "sentido común" que se construyen en la relación
vivida con los otros, y que se estructuran en habitus?
A
partir de este ensayo, buscamos profundizar y replantear la comprensión del
fenómeno de la violencia simbólica, en espacios virtuales de interacción. Tal
como precisa Torres (2012):
La
discusión sobre la investigación en Internet en los estudios culturales de
Sterne (1999, citado por Rybas y Gajjala, 2007) sugiere cambiar el enfoque de
la interpretación de textos a la interpretación de la producción del contexto,
evento o práctica bajo investigación. En este caso, la investigación no
considera lo que un evento dado significa para sus participantes, sino cómo los
significados son posibles y cuáles condiciones hacen posible prácticas
particulares (Jones, 1999, p. 262, citado por Rybas y Gajjala, 2007). (p. 17)
En nuestro caso,
se considerarán los textos para identificar las versiones que los usuarios
comparten o rechazan en la actualización cotidiana de sus muros; pero, también,
las disposiciones "estructuradas" que, a la vez,
"estructuran" los actos comunicativos. Buscamos edificar visiones de
nuestras prácticas que nos ayuden a visibilizar situaciones de carácter
arbitrario —naturalizadas
y legitimadas por nuestros discursos y formas de relacionarnos— que atentan contra la base de la convivencia
diaria: el respeto por la diferencia y el reconocimiento de los otros, y contra
la participación política.
Según las estadísticas de la
Vicepresidencia Regional de Facebook (2013), esta red social tiene más de 11
millones de usuarios en Venezuela; es decir: dos de cada cinco venezolanos
tienen cuenta en Facebook. De manera que, es importante un acercamiento a los
discursos y a las prácticas que se construyen en esta plataforma digital.
La gestación de un marco para
el desarrollo de este análisis debe partir de una dimensión crítica y su
interés emancipador. Porta y Silva (2003), apoyados en Habermas, definen la
investigación social, desde el paradigma crítico, como una investigación que intenta
"desentrañar" las pautas de conocimiento y las condiciones sociales
que contribuyen a la conformación de una determinada forma de pensar la
realidad
Con la
identificación de en qué medida la forma en que pensamos, argumentamos y
razonamos está limitada por la propia sociedad, se pretende no sólo la revisión
de nuestras percepciones, sino también una mejor comprensión de la realidad
para su posterior transformación. (p. 4)
Como este análisis es crítico, es de suponer que la
revisión de los discursos incluye una mirada a las prácticas sociales, como formas
de organización y acción que se originaron para apoyar o condenar las medidas impuestas
a unos empresarios que estaban estafando a los ciudadanos venezolanos.
Nuestro objetivo general es analizar
las formas de violencia simbólica presentes en las acciones comunicativas
hechas en Facebook, por un grupo de usuarios, en relación con la sanción
aplicada por el Gobierno venezolano a la empresa Daka, y con las consecuencias
sociales que generó esa medida. Para ello, es fundamental conocer los roles,
las posiciones y disposiciones de los usuarios cuyas acciones comunicativas
están bajo investigación en la plataforma digital. También, identificar y
caracterizar las modalidades (estrategias y recursos) de la violencia simbólica
expresada en Facebook por los participantes.
Poner el acento en las
disposiciones y posiciones nos obliga, también, a advertir la forma cómo
nuestro conocimiento y nuestra trayectoria permea la comprensión e
interpretación que hacemos de este fenómeno. Ambas analistas somos estudiantes
de la Maestría en Psicología Social de la Universidad Central de Venezuela
(UCV). Una es periodista de tendencia progresista, formada en la Universidad de
Los Andes (ULA) y criada en la pobreza extrema. La otra analista es Socióloga, de
clase media baja, egresada de la UCV; también de izquierda.
***
Antes de
embarcarnos en el análisis de los actos de habla, debemos ser más explícitas sobre
la "violencia simbólica" que queremos estudiar. La violencia simbólica
encuentra sus raíces profundas en las relaciones de poder de las sociedades en
las que prevalecen estructuras de subordinación y dominación que consolidan la
conformación de presuposiciones y valores "racionales" que son
adoptados por los dominados para interpretar el mundo. En la aceptación
inconsciente de la imposición está el resorte que sostiene la violencia
simbólica.
La violencia
simbólica se materializa en las prácticas discursivas y en las acciones. De
acuerdo con Bourdieu (citado por Fernández, 2005), el orden social hegemónico se
inscribe en los cuerpos y en las mentes:
La raíz de la violencia simbólica se
halla en el hecho de que los dominados se piensen a sí mismos con las
categorías de los dominantes: "La forma por antonomasia de la violencia
simbólica es el poder que,
más allá de la oposición ritual entre Habermas y Foucault, se ejerce por
medio de las vías de comunicación racional, es decir, con
la adhesión (forzada) de aquellos que, por ser productos dominados de un orden
dominado por las fuerzas que se amparan en la razón, no tienen más remedio que
otorgar su consentimiento a la arbitrariedad de la fuerza racionalizada"
(Bourdieu, 1999b). (pp. 14 y 15)
Bourdieu (1999)
despliega, con creces, estos planteamientos conceptuales: 1) Se hace una
corporización del orden social impuesto por las condiciones materiales de
existencia: por las veladas amenazas y la violencia propia de las estructuras
económicas y sociales, y los mecanismos por medio de los cuales se producen. 2)
Se aceptan un conjunto de presupuestos fundamentales implícitos en la práctica.
3) Los agentes sociales actúan como si el universo social fuese algo natural,
por cuanto las estructuras cognitivas que aplican para interpretar el mundo son
constituidas a partir de las mismas estructuras de este mundo. 4) Lo que
explica la violencia simbólica son las disposiciones inculcadas en el
comportamiento corporal de los agentes sociales o en los múltiples modos de ver
las cosas o hablar de ellas.
El término "violencia
simbólica" aplica en el campo del habla y la comunicación, como en
cualquier otro: se ejerce —mediante lo que Bourdieu califica— "el orden de
las cosas": para comprender lo que se dice o deja de decirse, hay que
tener en cuenta las relaciones de fuerza que se establecen en el reino simbólico.
Fernández (2005, p. 19), hace referencia al análisis del habla sugerido por
Bourdieu: "La lengua en ejercicio es siempre, según él, la lengua oficial
autorizada por algún grupo, una lengua reconocida comúnmente como legítima, sin
intención deliberada o aceptación de una norma, tanto por los que hablan como
por los que escuchan".
La violencia
simbólica se ejerce a través de lo que decimos, oímos y hacemos: de los textos
(las letras de canciones, el refranero, los chistes, los dichos populares), los
juegos de video, las novelas, las caricaturas, las imágenes. "Los sistemas simbólicos son instrumentos de
comunicación y de dominación: hacen posible el consenso lógico y moral, al
mismo tiempo que contribuyen a la reproducción del orden social" (Bourdieu,
citado por Fernández, 2005, p. 11). Estos sistemas funcionan, pues, como
organizadores y reproductores de las formas y categorías establecidas.
Según Bourdieu (en Fernández, 2005), la
comunicación contiene la virtualidad de un acto de poder:
Una parte muy importante de lo que se
produce en la comunicación verbal, hasta el contenido mismo del mensaje,
permanece ininteligible en tanto no se tenga en cuenta la totalidad de la
estructura de relaciones de fuerza presente, aunque en estado invisible, en el
intercambio. (p. 20)
La violencia
simbólica, como forma de agresión subterránea, subyacente, implica la exclusión
o dominación “del otro” a partir de relaciones de poder. En opinión de Bourdieu,
la imposición simbólica se reproduce de modo estructural y su “fundamento no
reside en las conciencias engañadas que bastaría con iluminar, sino en unas
inclinaciones modeladas por las estructuras de dominación que las producen”
(Bourdieu, 2003, citado por Serrano y Ruiz, 2013, p. 127).
Cada campo tiene
sus formas particulares de violencia simbólica. Por ejemplo, la dominación
simbólica del orden masculino sobre el femenino se sirve de muchos
instrumentos, siendo uno de ellos el espacio universitario. Una investigación
realizada por Rivera y Tirado (2006), en México, da cuenta de formas de
violencia simbólica que se reproducen en algunos campos académicos. Las
investigadoras identificaron formas de expresión de la violencia simbólica: descalificaciones
de mujeres hacia otra mujer: “Lo que pasa es que ya estás en la menopausia”;
"Las mujeres no sirven para eso"; “¿Necesitas que te lo vuelva a
explicar?”; “Por algo, se quedó soltera”; “Son de viejas, son subjetivas, no
valen. Son temas de …”; “Si no eres bonita lo mejor será que te dediques a
estudiar”. Esta investigación evidencia cómo la misoginia continúa siendo disfrazada
y estando aparentemente agazapada (Rivera y Tirado, 2006):
Las mujeres pueden expresar cierta
violencia simbólica, de autoexclusión. Porque el subordinado a veces no se da
cuenta de su situación, acepta tal condición porque le parece natural este
estado. Y mantiene esta asimetría porque le es difícil luchar con esta,
prefiere entonces reconocer el poder de quienes la ejercen. (...) En el proceso
de investigación y generación del conocimiento es común ver presente una
violencia simbólica, que se expresa de diversas formas; la más común es el
señalamiento desacreditando los temas que abordan el estudio de género,
mediante la frase “Ése no es un tema científico”. (sección "El desarrollo académico
y sus contrastes", último párrafo; sección "Conclusiones",
último párrafo)
Para la psicopedagoga
clínica Laura Gutman (citada por Huerta, 2012), la violencia simbólica puede
ser mucho más letal de lo que nos podemos imaginar: las diversas formas de
violencia simbólica tienen la dificultad de ser identificadas como violencia;
pues, no se notan, se desconocen o no se presuponen. Así, pueden mantenerse
mucho más tiempo en acción sin ser descubiertas.
***
Ahora sí, examinemos las formas de violencias
simbólica en los siete enunciamos que decidimos desarrollar para el análisis. El significado de los mensajes se hará a la luz del Análisis de
Contenido cualitativo, asociado a un enfoque narrativo; pero, con un
acercamiento al Análisis Crítico del Discurso propuesto por Van Dijk (1993,
2000), que nos facilite la inferencia de estrategias e intenciones subyacentes
a los actos comunicativos de los usuarios seleccionados.
Entendemos el Análisis de Contenido, en su vertiente cualitativa (Ruiz ,
2009, p. 194), como aquel en el cual "la labor de interpretación del
discurso es más importante que la del recuento o la asociación estadística de
los elementos del lenguaje (sic)";
un mismo texto contiene muchos significados o sentidos. Fernández (2002),
caracteriza al Análisis de Contenido como un método de investigación que
permite identificar determinados elementos componentes de discursos, y su
respectiva clasificación "bajo la forma de categorías para la explicación
de fenómenos sociales". Este método contribuye a construir perfiles de los
actantes (quien realiza el acto); identificar actitudes; aislar, clasificar y
organizar los elementos que interesan, en categorías; e incorporar pautas
emergentes.
"De las relaciones que vinculan esos ejes de contenidos, irá
emergiendo una especie de radiografía de las ideas fundamentales contenidas en
el material investigado. Son esbozos generales del fenómeno que permitirán una
primera aproximación interpretativa" (Porta y Silva, 2003, p. 15).
Paralelamente, es necesaria la comparación de las semejanzas y diferencias que
aparecen en la descripción y valoración de la realidad en posiciones distintas
y a través de diferentes fuentes.
Unidad de Análisis: Enunciado (texto +
implicaturas).
Unidades Genéricas: imágenes, videos, textos
escritos.
Unidades de Contexto: muros seleccionados
e interacciones.
Ejercicio 1
En el texto, el
hablante —un psicólogo de clase media que se autorreconoce como de izquierda y
"chavista"—, través de una comparación implícita, establece una
diferencia entre los "decentes" (de los cuales él, supuestamente,
forma parte) y los "indecentes", asignando el atributo de "dignos",
a los primeros; y los atributos de "indignos" y "vendidos",
a los segundos. Usa la estrategia de distanciamiento con los otros venezolanos
que fueron a comprar a Daka. A ello va aparejada la frase: ¡Qué viva la
Venezuela decente! (esto es: "¡Que viva la gente como yo!"), cuya
implicatura podría ser: ¡Que muera la gente indecente! (léase: quienes fueron a
comprar a Daka).
Según el hablante,
ir a Daka es indecente, como las otras prácticas señaladas —aunque querer comprar
más barato o a precio justo sólo sea un interés compartido por todos los
asalariados, incluso por este hablante que dice que eso es indecente—. Se
observan las estrategias de autopresentación positiva por superioridad moral, y
la presentación negativa de los otros: claramente establece un "yo" y
un "ellos". Tiende a asociar a aquel que participó en el Dakazo con
la indecencia y, por consiguiente, a identificarlo como una persona inferior,
sin méritos ni ética; es decir, como una persona que impone su presunción por
encima de su honradez.
El hablante asoma
que la gente que fue a Daka, durante los días posteriores a las medidas, es estúpida
e indecente porque se dejó manipular para comprar barato, en respuesta a una
medida populista de emergencia ejercida por el Gobierno para ganar votos. De
esta forma, el ataque es contra el Gobierno y contra quienes, de alguna manera,
aprovecharon las medidas, respondiendo a una racionalidad económica propia de
asalariado.
El mejor ejemplo
de violencia simbólica es la de asalariados atacando asalariados (conciencia
alojadora del opresor o de los opresores) como si tuvieran intereses
contrarios: hay una disposición en el pensamiento de ese asalariado que lo hace
actuar como si no lo fuera. Además, el hablante asume una categoría impuesta
por los grupos económicos dominantes de lo que significa ser digno: "No
dejarse comprar por el Gobierno ni mostrar el hambre". La dignidad y la
decencia son analizadas por este "chavista", desde el modelo de unos
grupos dominantes que quieren mantener sus prácticas delictivas. Este hablante
ha naturalizado el hecho de asociar la decencia con no ir a comprar en Daka, ni
raspar los cupos de las divisas. El objetivo principal para este chavista clase
media es mantener la dignidad tal como la conciben los dominantes, aunque ello
signifique no tener lujos o no comprar lo que necesita.
Otras versiones:
Este psicólogo de
izquierda reitera que ir a comprar en Daka es hacerle culto a la indecencia, la
hipocresía y la contradicción: los empresarios de Daka nos roban y la gente lo
apoya (lo premia) yendo a comprarles la mercancía. La opinión de él se
corresponde con la de otros analistas de tendencia libertaria: Daka es una de
las empresas privadas cuyos dueños atacan encubiertamente la economía del país.
Sus dueños roban al pueblo; por lo tanto, en Daka, no hay que comprar nada.
Hacerlo, significa alimentar y apoyar a unos ladrones confesos. Los estafadores
deberían recibir una lección de vida que los haga quedar fuera de juego.
Esta
particularidad que agrega el hablante, como parte de su interpretación, en
virtud de su intención, supone deshacer el lazo que las analistas de este
ensayo —y otros compañeros— hicimos
entre el texto y las disposiciones del actante. Lo que se saca a luz es que
este hablante tiene unos esquemas de percepción formados desde la lógica de un
movimiento de extrema izquierda que infiltran sus actos de habla. Según el
hablante, en nuestra interpretación, hubo un sesgo al pretender entender su
punto de vista, sin estar inmediatamente involucradas con su ideología.
Ejercicio 2.
En el ejemplo que
vemos arriba, se observa cómo la hablante —una mujer opositora al Gobierno, profesora
universitaria; que pertenece, a lo que nosotras llamamos, el limbo del que no
es ni pobre ni clase media (para algunos científicos taxativos: la clase media
baja)— muestra un
profundo desprecio por el venezolano "de a pie".
Ésta es una de las
imágenes más duras de la violencia simbólica: parte de que la gente pobre, sin
importar si es de oposición o del proceso revolucionario, actúa como pirañas
devoradoras de cosas materiales; los juzga como consumistas y hambrientos de
aparatos que no son de primera necesidad. La hablante invisibiliza la
diferencia: las subjetividades son subsumidas en el genérico arborizado del
pueblo ignorante que se deja atrapar con cualquier cebo que le ponga el
Gobierno.
La gente
organizada en forma del as de copa de la carta española, refleja homogeneidad:
si se detalla la imagen, se ve a un grupo de sujetos con características
similares y todos dispuestos en una figura arborizada. La imagen da la
sensación de una multitud de personas atrapadas en una gran red, con una
carnada de dádivas.
La postura de
Nicolás Maduro, sentado sobre el 8-D, y sosteniendo el televisor con la caña de
pescar, podría sugerir que el Presidente defeca en la estampa del 8-D, como si
le importara un bledo la democracia: compra votos entregando televisores.
Para algunos, la
forma de águila podría ser una incitación a quienes permanecen atrapados en la
red por la ideología de turno en el poder para que se zafen y puedan ser,
supuestamente, libres.
Otro elemento: la
hablante no se identifica con los pobres. Asume que Maduro utilizó las rebajas
para ganar votos —otra categoría de la lectura de grupos económicos y sociales
dominantes—, desconociendo el mecanismo monstruoso de la especulación. Por otro
lado, presupone que, a los pobres —que, de paso, también, son una "masa
ignorante"— sólo les importa recibir limosnas y, por tanto, aceptan
cualquier cosa que se les dé.
Otras versiones:
La hablante
considera que, efectivamente, en la imagen se presenta a la gente que fue a
comprar en Daka como una masa "idiotizada". Es más: admite los
elementos implícitos de violencia simbólica evidenciados con la mirada que las
analistas de este ensayo arrojamos a la caricatura. Pero, advierte que no
podemos ser ingenuos: "reconocerlo, no significa que obviemos la intención
del Gobierno". Para ella, el problema de la especulación está latente
desde hace un buen rato, pero el Gobierno esperó el momento electoral propicio
para aplicar las medidas. Con ello —la actante coincide con otros de los
consultados—, el Gobierno buscaba producir en la gente la sensación de
"felicidad", "bonanza", "justicia". De hecho,
hubo gente que salió disparada a ver qué había en los anaqueles y compró cosas
que ni siquiera necesitaba.
Ejercicio 3.
En el ejemplo de
arriba, el hablante —un periodista que tiene fama de ser
"equilibrado" en su práctica profesional, de clase media baja— da a
entender que el país tiene mucho que ofrecer, pero sin la gente: "la gente
no sirve" (argumento colonialista emitido por un colonizable). Esta
estrategia es similar a la de aquellos que dicen que Venezuela es un gran país
por sus riquezas naturales, sin referirse a la gente. Desde su posición
privilegiada, el hablante juzga a sus compatriotas como una gente que no sirve
y que no se corresponde con el país que tiene: se desdibuja quién hace el país.
El actante recurre
a la estrategia de la despersonalización: "nuestro país necesita mejor
gente": él no se incluye, simplemente desplaza la responsabilidad a los
demás. Las categorías "mejor gente" y "mejor país" están en
azul, como si el azul fuera el color de los más inteligente, honestos (los
rojos, obviamente, todo lo contrario); y el uso del color negro, con un fondo
nublado y revuelto refleja, caos, tragedia, dolor, tristeza; pero, "vendrá
la mejor gente (la de azul) y nos sacará del pozo". La diagramación del
texto azul está situada más a la derecha; es decir: se observa una inclinación.
El actante adopta una arbitrariedad "racional": Siempre necesitamos a
alguien que nos libere. Este argumento guarda relación con teorías
"científicas" que consideran a "los latinos menos inteligentes y
capaces que los blancos". El enunciado implica que el país está en peligro
con la gente venezolana (incluyéndose, a pesar de que no sea consciente).
También, recurre a
la estrategia de la concesión aparente, cuando intenta presentarse solidario
con el grupo de personas que piensa que "nosotros necesitamos un mejor
país", para, después, hacer una objeción cargada de prejuicios y
estereotipos. El hablante intenta mantener su imagen de "equilibrado y
plural".
La versión del hablante:
Este periodista reconoce
la violencia simbólica implícita en el mensaje y argumenta no haber estado
consciente de los mecanismos de violencia inscritos en el texto, al momento de
la publicación. Expresa que su intención, simplemente, era reflexionar sobre lo
difícil que es avanzar con gente que desangra al país: vendiendo dólares,
estafando o especulando.
Ejercicio 4.
En el siguiente ejemplo,
la hablante —una mujer bachiller, de clase desposeída, opositora al Gobierno— evidencia
una acción discriminatoria y racista en la apreciación: despoja a los pobres de
su condición humana. Recurre a la animalización del venezolano: en 1999, los
venezolanos pobres eran humanos; pero, desde hace 14 años, hemos involucionado
hacia monos. Mediante este antagonismo, ofrece como signo de la animalización y
la minimización los casos de los venezolanos que fueron a comprar,
"irracionalmente", electrodomésticos en Daka empujados por las "rebajas
impuestas" por el Gobierno.
Una vez más, la
violencia es de asalariado contra asalariado. La actante tampoco reconoce que
la intervención de Daka se trata de una medida de justicia social que beneficia
al pueblo venezolano y frena prácticas estafadoras. La imagen compartida por la
hablante acusa a la Revolución Bolivariana de promover una regresión cultural
en Venezuela y como enemiga de la propiedad privada; sin matizarse, para nada,
el grado de veracidad de esa afirmación.
Otro dato curioso
es el siguiente: la figura que está ubicada, del lado izquierdo del aviso es
alta, catira, con barba; nos recuerda al Cristo occidental, inteligente, lleno
de sabiduría, que camina orgulloso. Sin embargo, las siguientes son personas
negras que terminan convirtiéndose en animales (monos: salvajes, gente que no
piensa). La figura del mono final es un niño; o sea: hemos venido de más a
menos.
Las estrategias
discursivas que orientan el discurso prejuiciado de este hablante se sustentan
en sus disposiciones para reproducir el empleo de dicotomías inoperantes que
vienen con la dudosa carta de presentación de la racionalidad modernista. Son
dicotomías que sólo sirven —a juicio de
Bencomo (2013), un antropólogo venezolano, de clase media, con formación
marxista— para que el poder hegemónico y conservador nos domine.
Por ejemplo, la
dicotomía chavista-opositor es falsa o inoperante para entender nuestra
realidad, mas por el contrario, (les) sirve para controlarnos. No sólo es falsa
la dicotomía chavistas-revolucionarios-honestos solidarios versus opositores-reaccionarios-deshonestos insolidarios, sino la
que contrapone victimarios funcionarios, burgueses, comerciantes y banqueros a
víctimas ciudadanos "de a pie". Un enfoque orientado a ver la
explotación o las relaciones asimétricas como un problema moral no es para nada
científico-económico político, sino ideológico; ya que, reproduce una
concepción ultraconservadora de la realidad, maniquea, que conduce, una vez
más, a legitimar relaciones asimétricas, y lo que es peor: sirve para que la
burguesía oficial ataque a la civil, utilizando a la gente como fuerza de
choque, haciéndole creer que comerciantes y banqueros son sus únicos enemigos,
ocultándoles que el enemigo común del pueblo son los burgueses como bloque
histórico, tengan el color que tengan. Además de ser unas pocas familias
concretas, con nombres y apellidos, la burguesía, también, es ese diablito que
forma parte de nuestra cultura, de nuestras contradicciones compartidas, que
nos incita y nos coacciona para que seamos deshonestos, oportunistas y
aprovechadores: el de la viveza criolla, el que no pierde oportunidad de
aprovecharse de los demás, aunque eso signifique hacerles a los demás lo que no
nos gusta que nos hagan, y aunque vaya en desmedro de los intereses compartidos
por todos y todas.
Otras versiones:
Tanto para la
hablante como para algunos analistas de derecha, los venezolanos sí han
involucionado: "Lo que vimos en Daka es sinónimo de salvajismo, no tiene
otra lectura: una turba de parásitos dispuestos a chupar la sangre de los empresarios
que invierten en Venezuela". Para ellos, hubo un saqueo controlado por el
Estado. La actante acepta la violencia inoculada en la imagen, pero insiste en
que ésta es nada más un "reflejo" de lo que pasa en el país. Expresó,
además, su poco interés en reflexionar sobre las razones por las cuales termina
aceptando y promoviendo mensajes violentos.
Ejercicio 5.
Con este discurso,
el hablante —un joven músico, de clase
desposeída, recién egresado de la universidad, opositor "no radical"
al Gobierno— naturaliza un mensaje que no
le es propio: impone una visión discriminatoria de los venezolanos. Las
implicaturas que subyacen son: "Los venezolanos son ignorantes",
"A los venezolanos no les gusta leer". Acepta como suya y nuestra una
condición estereotipada que nos atribuyen algunos grupos dominantes. El actante
se discrimina a sí mismo, y construye una imagen de él (como venezolano) desde
los ojos y la mente de otros: acaba convirtiéndose en esclavo de visiones
estigmatizadas, antinaturales. De hecho, presupone que los venezolanos estaban
a la entrada de los establecimientos de Daka por mero salvajismo consumista de
cosas innecesarias.
En el texto, se
maneja la austeridad como un imperativo para la dignidad de los pobres en
nuestro país: la austeridad se presenta como el documento de identidad que te
califica como un "pobre-digno". Quienes salgan como "locos"
y "bestias" a comprar electrodomésticos a precios justos (equipos que
algunos jamás habían podido adquirir o tener) no tienen dignidad.
La versión del hablante:
Este hablante dice
no ver violencia en el enunciado. Sin embargo, reconoce una disposición a
generalizar: “Por uno, pagamos todos”. Para él, esa imagen sólo refleja un
estereotipo de lo que el venezolano promedio ha tejido a pulso, en los últimos
meses: «"forma peo", vago, oportunista, anarco, que le gusta el
facilismo; sin argumentos, sin posición definida: unos vendidos que no tienen
un ideal claro. Es lo que se ve en los medios y lo que vemos en las calles». En
sus palabras, el venezolano promedio NO LEE (mayúsculas puestas por el
hablante) y no se ve motivado a hacerlo por la misma razón de que todo lo
quiere conseguir fácil.
A partir de una
práctica común en las construcciones discursivas discriminatorias, el hablante
toma distancia social del grupo de criollos que él categoriza como
"venezolano promedio": "Yo no me siento identificado con ese
grupo; es una crítica para el venezolano promedio". Además refiere que,
únicamente, puso, en su muro, una frase sobre “cómo muchos venezolanos se
proyectan ante el mundo y cómo nos ven afuera. La realidad es más violenta que
lo que uno dice, inclusive”.
Ejercicio 6.
El hablante —estudiante,
que se mueve en la clase intermedia entre los pobres y la pequeña burguesía,
opositor al Gobierno— pinta al chavista como un ser sin sentimientos ni
pensamientos a quien no le importa o no se da cuenta de que su país (NUESTRO
PAÍS) se está desmoronando —literalmente: cayéndose a pedazos—: lo único que,
supuestamente, le importa a este chavista es tener un plasma, que ni siquiera
le sirve para ver otras cosas, por estar bajo los efectos de la irracionalidad
"rojo-rojita".
Se pueden hacer
dos lecturas: 1) un chavista alelado, indolente y conformista, que sigue viendo
las mentiras del canal rojo del Estado, mientras el país se quiebra; en otras
palabras, un chavista ignorante que se deja comprar y cuentear. 2) El cinismo
del chavista que está en el poder. Un chavista que se aprovecha de la
ignorancia y la necesidad de los venezolanos que creen en el valor de la
Patria, y los engaña con baratijas.
De igual manera,
banaliza y ridiculiza un sentimiento nacional: "Tener Patria". El uso
del color negro y rojo refleja muerte, desolación, destrucción; y la figura en
su conjunto, un país quebrado, agrietado; pero... "tenemos Patria" (tener
patria, para los chavistas ignorantes es tener un plasma, y viceversa).
Llama la atención
que, a la mesa, sólo se le ven tres patas, y una de las tres patas se apoya en
una piedra, como diciendo: la vida de los chavistas no tiene solidez, ni
estabilidad ni equilibrio: el mundo se les puede caer en cualquier momento.
Este estudiante
opositor hace un análisis reduccionista de la situación económica venezolana:
asume la tesis de que la gestión gubernamental chavista ha hecho que el país se
caiga a pedazos, desdibujando el efecto de las dinámicas y las situaciones
estructurales del contexto. Con esta caricatura, el hablante subestima al
chavista y frivoliza una acción pública contra unos comerciantes que estaban
robando al pueblo. El hablante prefiere plegarse a la versión de quienes
estaban delinquiendo (estafando). En él, hay una disposición estructural a aceptar
o hacerse eco de interpretaciones de ciertos sectores dominantes de la
burguesía, sobre "lo perjudicial" de las justas medidas tomadas por
el Gobierno contra comerciantes infractores. Se inclina a insinuar que, por
medidas como éstas, el país se está hundiendo.
Otras versiones:
Para varios
expertos de derecha, y para el propio hablante, sólo se intenta alertar sobre
cómo algunos políticos 'idiotizan conciencias': "Algunos venezolanos
parecieran haberse acostumbrado a vivir en un país en ruinas";
"Víctimas de un fanatismo desmedido, algunos chavistas ni siquiera se
cuestionan: ¿Tenemos Patria?".
El actante que colocó
esta caricatura en su muro indica que el país se ha convertido en una
caricatura: en un chiste de un país sin derechos: "El canal del Estado (que
ya ni siquiera es tabla de salvación para el sector político que dice
representar) no cesa de repetir, frente a los problemas, la crisis y la
mediocridad, que lo más importante es que tenemos Patria".
Ejercicio 7.
Ejercicio 7.
En este texto, el actante —un sociólogo, de clase media, egresado de la Universidad
Central de Venezuela, autodenominado pensador de izquierda y militante
revolucionario— recurre a la estrategia del desplazamiento
histórico que consiste en reconocer y valorar exclusivamente al líder de la
Revolución Bolivariana; pero, paralelamente, desconoce al chavista actual como
un "verdadero" revolucionario. Presupone un proceso de degeneración de la pureza del
revolucionario mayor: Hugo Chávez.
Desde su rol de
"iluminado" y su conciencia de "favorecido", el actante hace
una interpretación homogenizante del mundo social "chavista": excluye
las dinámicas sociales y las subjetividades. Se casa con la idea de que el
chavismo actual (que lo incluye a él mismo, aunque no lo reconozca) no tiene
conciencia social y es clientelista. Al decir la frase: "¡Te extraño,
Chávez!" admite dos tesis de la derecha venezolana: 1. El único
revolucionario era Chávez. 2) El único que creía en la Revolución era Chávez.
De esta manera, niega el carácter popular de la Revolución Bolivariana, y la
madurez política del pueblo venezolano. A la vez, obvia las condiciones
políticas, económicas, sociales y culturales que llevaron a miles de venezolanos
a hacer colas frente a los establecimientos de Daka.
La versión del hablante:
El hablante
difiere, en algunos puntos, de la interpretación que estas analistas y otros de
los consultados hicieron. Para este sociólogo, el problema de la conciencia es
real: hubo mucha gente que fue a comprar electrodomésticos que no necesitaba.
Insiste en que "todos los procesos de cambio y de transformación social
requieren de la crítica necesaria para avanzar rectificando". Acusa al
presidente Maduro de haber incitado al consumismo, cuando dijo: "¡Que no
quede nada en los anaqueles", cuando pudo haber dicho "compren lo que
necesitan". Esa frase fue la que, según él, lo motivó a decir que
extrañaba Chávez. Expuso: "Me hacía falta el carácter de Chávez al buscar
los mejores caminos para el entendimiento". El sociólogo piensa que la guerra
contra el capitalismo explotador y especulador se labra en la conciencia.
Asimismo, denuncia que la desesperación y el populismo llevaron al Gobierno a
tomar medidas que, lamentablemente, generaron más niveles de escasez y, como
todo esquema de oferta-demanda, los precios naturalmente (aunque no caiga muy
bien el término) volvieron a inflarse, repitiéndose ese mismo círculo vicioso.
De acuerdo con su reflexión, quienes están al frente del país, hoy, carecen de
la mirada futurista y previsora que tenía Chávez: "Demostraron que sólo
pensaban en las elecciones del 8-D".
***
Como hemos podido apreciar,
las manifestaciones de la violencia simbólica en los actos de habla se analizan
a partir de las disposiciones, posiciones y roles de los actantes, y
considerando el contexto sociopolítico, histórico y cultural. En general, en
los treinta y cinco enunciados seleccionados, encontramos las siguientes
modalidades y estrategias discursivas por medio de cuales se socializan y
reproducen relaciones arbitrarias de poder: autopresentación positiva,
presentación negativa de los otros, categorización dicotómica "nosotros-ellos",
justificación de prejuicios, distorsión, concesión aparente, vaguedad,
especificidad, atenuación de juicios, énfasis, polarización, legitimación,
despersonalización, distanciamiento. Estas formas entramadas en la comunicación
funcionan como apoyos silenciosos de la violencia simbólica y forman parte del
horizonte real de las relaciones sociales asimétricas. De hecho, la mayoría de
los actantes estudiados acepta la subordinación como algo natural, y legitima el
poder de grupos dominantes. Las disposiciones a la subordinación están distribuidas
homogéneamente en todos los campos y las clases sociales.
Se requiere un
esfuerzo adicional para sobreponerse al reconocimiento de la violencia
simbólica de la cual somos víctimas con nuestra "inadvertida"
complicidad. Los mecanismos de la violencia simbólica no siempre son visibles,
menos aún si nuestras categorías de percepción están moldeadas por unas
situaciones y experiencias de opresión y violencia que nos hacen aceptar como
"normales" ciertas acciones.
El abordaje de la
violencia simbólica abre paso al planteamiento de estudiar agentes que tienen
discursos y acciones con sombra social: los sujetos socializan nociones del
mundo y significaciones que las imponen como legítimas, disimulando las
relaciones de fuerza subyacentes. Hacer este trabajo supuso, incluso,
enfrentarse a las disposiciones y posiciones de algunos académicos que,
intencional o inconscientemente, intentaron velar la carga violenta que
encierran los textos examinados. Los golpes de la violencia simbólica son tan sutiles
que se requerirán futuros trabajos para proveer detalles más profundos acerca
de las manifestaciones de este tipo de violencia en nuestros actos de habla.
En efecto, hace
falta una dinámica adecuada para poder ampliar nuestra mirada. La ética en el
tratamiento (aceptación y reconocimiento) de la diferencia debe estar presente
en las interpretaciones de las percepciones y apreciaciones de los demás. No
podemos ignorar que, muchas veces, analizamos a los otros, sus manifestaciones
inmediatas y los sedimentos de esas manifestaciones, desde la distancia y desde
lo alto. Berstein (1991, p. 21) "la tradición occidental silencia o
elimina, cuando no reconoce la alteridad": tiene un impulso primario a ver
lo otro como "lo mismo", a reducir o asimilar a los otros, y ese
impulso genera asimetría en la relación y, por ende, violencia. De modo que, en
cualquier intento dirigido a analizar actos de habla, debiera considerarse el punto
de vista del hablante, su singularidad y las condiciones de producción de los
enunciados. De no poder ser así, se deberían atender diferentes versiones y
reconstrucciones —aunque,
finalmente, el analista o los analistas se casen con una sola versión— sobre los discursos a interpretar, para asegurar
una mirada más plural.
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*Periodista ULA
**Socióloga UCV
Estudiantes de la Maestría en Psicología Social de la UCV
Enero, 2014