lunes, 14 de julio de 2008

Nosotros, los hijos del lenguaje



Por:Luz María López
Nerliny Carucí
Yolimar Becerra
María Paola Attías

"El lenguaje es lo más humano que existe.
Es un privilegio del ser humano...
Cada palabra lleva consigo una vida,
un estado, un sentimiento".
Carmen Conde

El ser humano existe en el lenguaje. A través del lenguaje se exterioriza el pensamiento y, aún más, se logra la comunicación que es, quizá, la actividad más influyente en el comportamiento humano, pues permite tener una mejor percepción de nosotros mismos, de los demás, del mundo que nos rodea y de otros universos. Karl Marx dijo en una oportunidad que nuestras acciones determinan cómo pensamos. No es de extrañar entonces que existan múltiples investigaciones en torno a estrategias y modelos que permitan desarrollar y potenciar el lenguaje.
Referirse a la adquisición del lenguaje es asociarla, sin lugar a dudas, a experiencias significativas particulares y colectivas, a procesos de enseñanza-aprendizaje integrados al proceso de desarrollo del lenguaje, a decisiones proactivas de asumir riesgos, a sociabilidad entre los actores del sistema educativo y a marcados esfuerzos por cambiar, no sólo la conciencia de los aprendices, para que sientan interés por querer aprender el lenguaje; sino también por transformar las condiciones contextuales socioeducativas, de modo que se compagine el hacer con el saber. Y éste es un reto vigente.
Hay varios factores que interfieren en la apropiación del lenguaje, tales como el grado de confianza y seguridad en sí mismos, la angustia por aprender el lenguaje, la habilidad para ponerse en los zapatos del otro, es decir, la empatía con los demás usuarios del código, y la actitud respecto a la clase y al profesor. Según Cassany (1997), estos elementos no se presentan de forma aislada y pueden formar un filtro afectivo que podría bloquear, de una u otra manera, la entrada de información.
Cassany habla sobre dos tipos de motivación. La primera, la motivación integrativa, que parte del deseo de dominar un código nuevo para poder participar en la vida social de la comunidad donde se está inserto, verbigracia, el caso del analfabeta que quiere aprender a escribir para poder formar parte del grupo de los letrados. La segunda, es la motivación instrumental, o sea, el anhelo de llegar a dominar un código para poder utilizarlo con fines prácticos e instrumentales. De acuerdo con algunos teóricos, como Dennett (s/f), el funcionalismo involucra observar un cierto entorno no por su estructura física, sino por su función. En el caso de la cultura escrita, aprendemos las reglas lingüísticas sin que ése sea nuestro principal propósito; aprendemos porque nos interesa superarnos, pertenecer a un grupo, o poder hacer lo que se consigue con el uso de los códigos.
Indagando en la Red encontramos un ejemplo muy pertinente que queremos compartir. Un viajero que usa el reloj despertador del hotel no necesita darse cuenta si el artefacto está basado por un escape mecánico, una línea eléctrica de 50 ó 60 ciclos o un cristal o ficha internos. Lo único que, realmente, le importa son sus "funciones", en términos de (a) la evidencia de que el artefacto se puede usar para despertar al viajero y (b) la certeza de que poniéndolo en una hora específica puede generar el ruido a su debido tiempo.
Como sostiene la teoría del aprendizaje integrado, “no es suficiente aprender a leer y escribir, sino que uno tiene que tener la capacidad y el poder usar la lectura y la escritura” (Goodman, 1992, p. 16). El proceso del aprendizaje va a ser positivo o negativo, según sea el interés que tenga el educando para apropiarse del lenguaje. Las motivaciones integrativa e instrumental se relacionan de forma favorable con la adquisición del mismo. El estudiante cuando está motivado para aprender la lengua -sea cual sea la motivación- tiene un filtro afectivo bajo y puede adquirir el código satisfactoriamente. La ausencia de motivación, en cambio, es muy negativa porque acciona el filtro afectivo y el discípulo no le presta atención a lo que desea comunicar o entender.
Partiendo de tal premisa, podemos afirmar que la clave para aprehender el lenguaje es participar de una pedagogía funcionalista, integrada al proceso del lenguaje que se adapta a las necesidades y objetivos de cada uno de los participantes del proceso de enseñanza-aprendizaje. El dominio del lenguaje lo tenemos por medio del conocimiento y a éste sólo podemos acceder a través de la educación, teniendo como ejes transversales los procesos lectura y escritura. Cassany (2000) no pudo ser más preciso al explicar que la “lectoescritura” (sic) sirve para:

Ser capaces de rellenar, sin la ayuda de nadie, el impreso para renovar el pasaporte, ser capaz de leer e interpretar un aviso de la compañía de la luz o del agua. Escribir una carta personal o familiar, interpretar las instrucciones de un cajero automático, hacer una lista de las cosas que hay que comprar, mirar la fecha de caducidad de un producto y sus normas de conservación, orientarse en unos almacenes leyendo rótulos e interpretando los indicadores. (p. 42)

Lo expuesto demuestra que la tendencia natural de los humanos es encontrarle sentido al mundo. La adquisición del lenguaje es más fácil y eficaz cuando el alumno le encuentra sentido al uso del lenguaje. Y, como ya mencionamos, uno de los sueños intrínsecos a los seres humanos es poder convertir sus ideas privadas en expresiones para persuadir a los otros. De ahí la importancia del lenguaje integral en la praxis educativa. Los estudiantes necesitan confiar en su lenguaje, porque como dijo Paulo Freire (1997), en una entrevista, pocos días antes de fallecer, “el lenguaje es ellos, son ellos, soy yo mi lenguaje”. Si no existo en el lenguaje, entonces no tiene ningún significado. Goodman (1992) expresa, en sus teorías, que el desarrollo del lenguaje otorga poder. Quien aprende el proceso, toma la decisión de cuándo, cómo y con qué fines usarlo.
Es por esta razón que el docente debería ser una persona vinculada al ámbito de la experiencia del aprendiz. Así, el alumno puede expresar su visión del mundo, su forma de pensarlo, transformándolo a partir de sus experiencias y conocimientos previos en un enfoque realmente significativo y de utilidad en su contexto sociocultural. Tal vez por ello asumimos que los pilares del lenguaje integral enlazan la teoría funcionalista con la praxis de la educación liberadora, centrada en el despertar de la conciencia crítica del aprendiz para transformar la sociedad donde vive.
Pero aquí, queremos hacer una observación. No se trata solamente de despertar la conciencia de los aprendices como la base de la educación liberadora, tal como lo plantea Freire (s/f). En el proceso del lenguaje integral confluyen tanto la transformación de la conciencia, como los cambios en las circunstancias que crearon la conciencia que se pretende despertar. Tan ilusorio es querer cambiar las circunstancias sin cambiar las conciencias, como querer dar una conciencia conservando las circunstancias (Merani, 1983). El mismo Freire reconoció esta verdad, en su pedagogía de los oprimidos, cuando señaló que la realidad no se encuentra dicotomizada de los seres humanos como si fuera un mundo extraño y cruel que los aplastase.
Es evidente que, este análisis refleja una posición ideológica, la de nosotras, y no una verdad irrefutable. Pero consideramos que los nexos entre la enseñanza-aprendizaje del lenguaje integral y la funcionalidad, asociada a la praxis liberadora, tiene que influir necesariamente en nuestro estudio crítico de las teorías que fundamentan el lenguaje integral, lo cual nos lleva a realizar una observación de la visión de la escuela integrada al alumno y a su entorno.

Educación y lenguaje ligados al estudiante
La filosofía del lenguaje integral está dirigida a un sistema de creencias relacionadas con la naturaleza del aprendizaje y con la forma de adquirirlo en los contextos escolares. Para esto es de suma importancia contar con la presencia de un educador que tenga conocimientos claros sobre cómo evoluciona o se desarrolla el lenguaje, cómo se aprende, cómo se organiza el ambiente escolar para dar paso al aprendizaje y cómo se preparan los materiales de lectura que sean posibles opciones para quienes los escojan como lecturas significativas e interesantes.
El planteamiento central del lenguaje integral presenta una visión de la educación, donde deben estar comprometidos alumnos, maestros y directivos de las instituciones escolares, con sus respectivos intereses y experiencias, a los fines de entender dicha filosofía y llevarla a la práctica real. Y, además, supone que los individuos aprenden siempre y cuando tengan la habilidad de construir nuevos conocimientos.
Desde esta perspectiva, la función del educador debe estar dirigida a despertar y desarrollar la conciencia crítica de los educandos, favorecer el análisis de los problemas de su entorno, su poder de captación y de comprensión de la realidad. Con el lenguaje integral, el educador ya no es sólo quien educa, sino que en la medida en que educa, él también es influido por la interacción y la comunicación con los aprendices, lo cual conlleva la humanización de tanto el profesor como los alumnos, sustentando así nuevos aprendizajes enmarcados en la acción de los desafíos de la sociedad actual.
Por otro parte, podemos afirmar que con el modelo del lenguaje integral se busca establecer la interrelación entre el lenguaje y el pensamiento en los espacios escolares. Sin embargo, tales conceptos tienden hacia la complejidad, porque involucran aspectos como el aprendizaje y la enseñanza, cuya relación se ha convertido en uno de los centros de interés del constructivismo pedagógico, por cuanto el aprendizaje se encuentra mediado por un sistema de signos que implica la relevancia del lenguaje en los procesos de transformación y construcción de conocimientos.
Cabe destacar que el propósito básico de la escuela, tomando como referencia la integralidad, requiere estar enfocado a la comunicación alumno-docente, y viceversa. Las instituciones educativas deben hacer de la comunicación un elemento decisivo, pues en primer lugar, el lenguaje hablado es el medio a través del cual se ejecuta gran parte de la enseñanza; en segundo lugar, las aulas son ambientes sociolingüísticos; y por último, la expresión oral unifica lo cognoscitivo y lo social, invirtiendo el pensamiento en expresiones populares que propician sinergias grupales proactivas necesarias para la metamorfosis socioeducativa.
La expresión oral somete a reflexión los procesos mediante los cuales el alumno relaciona nuevos y antiguos conocimientos, construye nuevos significados y redes conceptuales asociadas a cada saber. En este sentido, se necesita dejar bien claro que el alumno no aprende en solitario; antes bien la construcción del conocimiento del individuo está marcada por el influjo de la interacción con los otros. Y por eso el aprendizaje es una actividad de reconstrucción de saberes. En el ámbito escolar, la posibilidad de enriquecer nuestro conocimiento, ampliar nuestras perspectivas y desarrollarnos como personas, está determinada, en buena parte, por la comunicación y el contacto interpersonal con los docentes y compañeros de estudio.
Consideramos que el lenguaje integral toma como punto de referencia para sus postulados las siguientes disciplinas: 1) La Psicolingüística, cuyo máximo representante es Kenneth Goodman, quien destaca la importancia de los conocimientos previos de cada lector en el proceso de construcción de significados, desde una óptica transaccional. 2) La teoría constructivista que aporta los principios que dan cuenta del desarrollo cognoscitivo en cualquier momento de la vida de los seres humanos (Bourdieu, citado por Sánchez et al, 2003). La filosofía del lenguaje integral concibe que, las personas aprenden siempre que son capaces de poder usar, en un futuro, los conocimientos adquiridos para construir otros saberes. Dicha construcción la explica la teoría constructivista del aprendizaje.
Se puede decir, entonces, que el constructivismo es la teoría que postula al individuo -tanto en los aspectos cognitivos y sociales del comportamiento, como en los afectivos- como un ser que tiene una formación propia, la cual se va generando día a día, debido al resultado de la interacción entre esos tres factores; y no únicamente como un producto del ambiente, ni un simple resultado de la interacción de sus disposiciones internas. En consecuencia, según la posición constructivista, el conocimiento no es una copia de la realidad, sino una construcción del ser humano que provoca cambios en los esquemas mentales de los individuos.
Otro autor que refuerza esta concepción, es Vygotsky. Él concibe al sujeto como un ser eminentemente social. De hecho, arguye que el aprendizaje no puede ser considerado como una actividad individual, sino más bien social. El conocimiento que se transmite en cualquier situación del aprendizaje debe estar estructurado no sólo en sí mismo, sino con respecto al conocimiento que ya posee el alumno. Dentro de un contexto sociopolítico, el aprendizaje es un proceso en el cual el estudiante busca y construye significados de manera activa en el intercambio con quienes lo acompañan. En relación con esta idea, se ha demostrado que la adquisición de la primera lengua se desarrolla en la medida en que los niños interactúan con hablantes adultos de su entorno familiar o social y no por la enseñanza deliberada de la gramática y del vocabulario (Vygotsky, 1978).
En los últimos treinta años, se ha venido dando un profuso enriquecimiento de la teoría del lenguaje integral, precisamente porque la puesta en acción de sus postulados ha servido para poner de manifiesto que el aprendizaje de una lengua resulta más fácil y duradero, mientras se construye a partir de las necesidades e intereses del que aprende, en ambientes reales donde el alumno tiene el poder de usarlo (Goodman, 1992). Las diversas experiencias son una guía que incorpora la teoría a la práctica, fomentando el intercambio, la indivisión del lenguaje, la pertinencia social, con miras a darle confianza al aprendiz para que dé rienda suelta a sus conocimientos e interprete el mundo de acuerdo con su lenguaje y sus experiencias previas.

Atención en las aulas venezolanas
Desde la necesidad de asumir como una totalidad el proceso de adquisición del lenguaje, habrá que replantear la relación de nuestra escuela con los saberes que allí se producen. Hoy se tiene una idea más amplia sobre cómo la naturaleza de una sociedad es la que permite establecer concepciones acerca de sus procesos de alfabetización. Por ejemplo, en las sociedades latinas se le ha dado poca importancia a escuchar la voz de cada uno, porque las voces han sido silenciadas por muchos años. La sociedad venezolana no escapa de esta realidad. Es por ello que, en la actualidad, se debe considerar la importancia que puede producir la teoría del Lenguaje Integral y sobre todo esclarecer quién le da poder a la misma.
El “lenguaje integral” es, en esencia, una teoría de la voz. Funciona bajo la premisa de que todos los niños deben ser escuchados. El lenguaje permite a cada uno de nosotros expresar nuestra experiencia. Mediante la verbalización, compartimos nuestra experiencia. Eso es lo que quiere decir la teoría del “lenguaje integral” cuando afirma que el lenguaje es inherentemente social. La naturaleza social del lenguaje significa que nuestra experiencia puede tornarse objeto de pensamiento de otras personas. Es allí donde entra en juego el papel del docente como mediador del proceso, como dotador de herramientas para que el niño pueda encontrarle significado a lo que aprende y logre adquirir conocimiento.
El docente logra alfabetizar, verdaderamente, cuando puede comprobar que su educando es capaz de reflexionar y utilizar este proceso alfabetizador como instrumento de superación personal. Herzfeld (1987) sostiene que para ser alfabetizado se debe ser capaz de interrogar social, política e históricamente las construcciones mismas que uno utiliza para darle sentido al mundo. En este proceso de alfabetización se requiere, y así lo propone la filosofía del Lenguaje Integral, de un docente creativo, ingenioso, novedoso, capaz de cambiar la concepción de alfabetización. De un docente que construya programas, a partir de los niños. La realidad de nuestra sociedad nos lleva a concluir que, durante muchos años, la profesión docente se ha regido por pasos que se deben seguir para poder cumplir su labor; recetas que aplicar en las aulas de clases, programas totalmente rígidos. Este tipo de dinámica no ha permitido que los niños establezcan relación entre su propia experiencia y el lenguaje que se imparte en las aulas. Dichos programas no han respetado lo que trae el niño y lo que es capaz de construir desde ese cúmulo de conocimientos o saberes que posee.
Por generaciones, los maestros han dicho: “... pero, los niños con los que trabajo no tienen experiencia”, o “los niños con los que trabajo no tienen lenguaje”, lo que de hecho han estado diciendo es que ellos, ellos mismos, no valoran la experiencia y el lenguaje que tienen los niños. No es que los niños carezcan de experiencia. Lo que pueden no tener los niños es la experiencia necesaria para tener éxito en las escuelas, si la enseñanza permanece sin cambios.
Cuando fue planteada la reforma educativa en Venezuela, los diversos personajes participantes, analizaron la realidad venezolana y descubrieron que para lograr el verdadero cambio en el ámbito educacional, era necesario, superar cuatro dificultades básicas (ME, s/f):
Ø Abrir y conectar la escuela con la vida.
Ø Romper el divorcio entre los contenidos de las Áreas y lo que los alumnos perciben y adquieren en contacto con la realidad.
Ø Adoptar, en el ámbito escolar, una actitud profundamente crítica y constructiva que favorezca el desarrollo de los valores éticos fundamentales.
Ø Dotar a los alumnos de las capacidades necesarias para conocer e interpretar la realidad y para poder actuar sobre ella.
Según Odremán (citada por Bonilla, 2005), "el nuevo modelo curricular, base de la "reforma educativa", se sustenta en la "transversalidad", cuyo propósito esencial es el fortalecimiento "del ser" de los niños que cursan el nivel de Educación Básica, proporcionando elementos para la transformación de la cultura escolar y estableciendo un puente entre la educación fundamentada en las disciplinas del saber y la cultura pública de la comunidad humana (...).
Para lograr esta ambiciosa meta, se proponen cuatro ejes curriculares transversales surgidos de los problemas más severos que el sistema venezolano no ha logrado resolver y que aparecen claramente identificados en el Plan de Acción del Ministerio de Educación, Cultura y Deportes: Lenguaje, Desarrollo del Pensamiento, Valores y Trabajo. Y un quinto eje que se incluirá a partir de la segunda etapa: Ambiente.
En consecuencia, entre los ejes transversales que se plantean y que han de desarrollarse dentro del currículo de la Educación Básica venezolana, mencionaremos el Eje Transversal: Lenguaje. La justificación del Lenguaje como eje transversal, dentro del Currículo de Educación Básica, se fundamenta en la consideración de la lengua como un instrumento esencial e imprescindible en el desarrollo de cualquier proceso de aprendizaje y conocimiento de la realidad. Y que el progresivo dominio del lenguaje va a permitir, a los alumnos, la adquisición de todos aquellos elementos que les van a ser necesarios para hacer más efectivos sus aprendizajes en la totalidad de las áreas. Además, es importante para la vida y para la formación integral de los alumnos como seres sociales integrados en un contexto cultural determinado.
El Currículum Básico Nacional tiene inmersa la filosofía del Lenguaje Integral, como teoría del aprendizaje. Principalmente, cuando se plantea el rol del lenguaje en el proceso de aprendizaje y la importancia de relacionarlo con otros sistemas de comunicación y aprendizaje como el arte, la música, las matemáticas y las ciencias. En vista de lo que tiene inmerso el Currículo Básico Nacional, la educación venezolana necesita ser vista como un proceso de indagación. Los maestros necesitan ser vistos como investigadores.
La función principal de este currículum es aportar perspectivas. En nuestras aulas se debe dar prioridad al rol que juegan la lectura, la escritura y otras expresiones del lenguaje en el realce del aprendizaje; deben convertirse en comunidades reflexivas de educandos. Para ello, resulta indispensable tener en consideración elementos de gran importancia como son, la dotación de materiales, el acondicionamiento apropiado para impartir conocimiento, la formación de los docentes, así como el control de la matrícula que se maneja en aula, la cual, a menudo, no permite un ambiente apropiado para el intercambio comunicacional, a los fines de escuchar y ser escuchados, y menos aún para reflexionar sobre el proceso de enseñanza-aprendizaje.

Aportes para el debate sobre los alcances del lenguaje integral
Luego de haber realizado la revisión sobre la filosofía del lenguaje integral, así como las relaciones de la misma con otras corrientes teóricas, tenemos por delante la obligación de presentar algunos aportes sobre diferentes estrategias metodológicas que pueden complementar esta filosofía.
En la actualidad, dentro de las distintas aulas de clases venezolanas, se ha venido implementando una tendencia bastante conductista, sobre todo en el aspecto relacionado con la enseñanza de la lengua, donde se le ha venido dando mayor importancia a la gramática y la ortografía, que a la esencia de la lengua: comprensión y producción. El método tradicional de copiar, tomar dictado y leer para ser evaluado prevalece. Los libros para la lectura dentro de los salones se han ido extinguiendo, lo que ha traído como consecuencia que cada día se lea y se escriba menos por gusto y más por tarea.
Cuando se hace la revisión de los programas de Educación Básica actuales, se evidencia un sinfín de estrategias y posibles actividades para realizar con los alumnos. Sin embargo, son pocos los docentes que han revisado y analizado estos materiales para darle curso. La gran mayoría termina enseñando, como aprendió, un currículum oculto que nos ciega y nos hace caer en la rutina del método tradicional. Implementar la filosofía del lenguaje integral a las aulas venezolanas no sería un planteamiento novedoso, puesto que como ya hemos mencionado, los programas actuales de Educación Básica (puestos en vigencia desde la década de los 80’) ya conciben que la didáctica para la enseñanza debe realizarse con estrategias donde se le permita al alumno ser más participativo y constructor de sus conocimientos. No obstante, esto no se ha podido concebir en su totalidad, y tal vez pueda deberse al hecho de que la filosofía del lenguaje integral puede ser muy abierta y en ocasiones, si no es bien interpretada o ejecutada, puede llegar a convertirse en un gran desorden sin control y sin norte u objetivo.
Las autoras del presente ensayo consideramos que la filosofía del Lenguaje Integral posee elementos interesantes a los que se les puede sacar provecho, sin necesidad de estar tan distantes de lo que se ejecuta en la Educación Venezolana hasta la fecha. Estos pequeños cambios, que consideramos pueden implementarse, vienen dados, en gran medida, por un elemento básico como lo es, el docente, quien debería cumplir con algunos requisitos como los que se exponen a continuación.
El perfil del docente: éste debe ser una persona con capacidad analítica y sin temor a los cambios, es decir, investigador de las diferentes posturas para la enseñanza, sin necesidad de inclinarse o adoctrinarse hacia una sola tendencia. Al garantizar que el docente investigue y analice los diferentes aspectos (positivos o negativos) de cualquier postura o teoría, además de adaptarla a su grupo y a su contexto (geográfico, temporal y espacial), se garantiza, en gran medida, el éxito de la educación, no sólo para la enseñanza de la lengua, sino para todos sus ámbitos.
Cuando el maestro posee la habilidad para capturar la esencia de los elementos, es capaz de hacer las adaptaciones propias de los diferentes elementos que circundan al ámbito educativo, por lo que le será muy sencillo adaptar los programas propuestos para cada grado de básica con los elementos claves del lenguaje integral, como por ejemplo: permitir que el alumno tome decisiones, asumiendo que puede cometer errores y que será función del docente el mediar estos procesos para generar los conocimientos del estudiante; que el alumno construya con base en sus conocimientos previos, más que por patrones preestablecidos, o sea, tomar en cuenta que cada alumno es un individuo único que trae experiencias y gustos diferentes, por lo que no puede limitarse en un grupo a aprender todos por igual, basados en un mismo texto o bajo una misma experiencia.
Así como se recomienda asumir elementos de la filosofía del Lenguaje Integral para una optimización de la enseñanza del lenguaje en la actualidad, también nos inclinamos hacia algunas estrategias didácticas más tradicionalistas, como lo son, el hecho de que los alumnos realicen actividades de extensión, lo que les permitirá consolidar los conocimientos previamente adquiridos (no impuestos). Por otro lado, consideramos que el hecho de que los programas estén estructurados por año es un aspecto bastante positivo, lo que permitirá ir desarrollando, según las pautas evolutivas correspondientes a la edad, las diferentes habilidades, lo cual no significa que la estructura de los mismos deba ser inflexible o inalterable, por el contrario, debe servir como guía para el docente, sabiendo qué es lo que se espera para un niño de cierta edad y luego poder aplicar las diferentes estrategias, conforme al diagnóstico previo realizado al grupo.
Las estrategias más tradicionalistas como dictados, copias y lecturas en voz alta, no son, a nuestro parecer, malas estrategias. Todo dependerá de la forma en que se apliquen, es decir, no se debe abusar de ninguna de ellas, además de siempre recordar que éstas deben partir de los intereses de cada niño, para que las mismas sean más significativas y el alumno le encuentre mayor sentido. Ciertamente, todo lo anteriormente propuesto generaría un mayor trabajo a los docentes, no sólo en su preparación, sino en su práctica, por lo que para garantizar tal perfil se necesitaría, sobre todas los méritos, mucha vocación.
En efecto, recordemos que reaccionar para tomar las riendas de una política que rompa con la imposición “desde arriba”, no es nada fácil. La adquisición del lenguaje requiere de una coherencia entre el querer y el saber, y una cohesión entre el hacer y el sentir, que permitan asumir riesgos para desarrollar la capacidad de encontrarle sentido al mundo donde vivimos y transformarlo en el de nuestros sueños. Consideramos que la perspectiva del Lenguaje Integral no puede ser vista como la única y mejor teoría -y aquí sí somos eclécticas-. Como dejamos entrever a lo largo de este trabajo, es fundamental revisar las diferentes filosofías y procurar aprovechar de cada una de ellas los elementos que mejor se adapten a nuestra realidad y posibilidad, teniendo en cuenta que no es sencillo generar cambios en la tendencia educativa de un país, y mucho menos cuando éste ha estado, durante décadas, asumiendo una sola postura. Lo más conveniente es propiciar un período de transición donde se vayan involucrando, poco a poco, diferentes elementos para dar tiempo a la adaptación de los distintos cambios. En lo que sí hacemos hincapié es en que los educadores deben empezar a trabajar con una secuencia formativa integral que haga énfasis en la urgencia de promover el placer por el lenguaje, partiendo de la tesis del filósofo austriaco Ludwig Wittgenstein: “Los límites de mi lenguaje son los límites de mi mundo”.

*Cursantes de la Maestría
en Lectura y la Escritura
Enfoques de Lectura y Escritura II
Julio, 2006


REFERENCIAS
Bonilla, L. (2005). Colección El Nuevo Maestro Venezolano. [Documento en línea]. Disponible: http://www.monografias.com/trabajos20/nuevo-maestro/nuevo-maestro.shtml [Consulta: 2006, julio 22]

Cassany, D.; Luna, M; Sanz, G. (2000). Enseñar lengua. Barcelona: Grao

Cassany, D. (1997). Describir el escribir. Cómo se aprende a escribir. Octava Edición. España: Paidós Comunicación

Díaz, F. Y Hernández, G. (2002). Estrategias docentes para un aprendizaje significativo. Una interacción constructivista. Segunda Edición. México: Mc Graw Hill

Freire, P. (s/f). La importancia del acto de leer. Venezuela: Editorial Laboratorio Educativo

Goodman, K. (1992).El lenguaje integral como filosofía educativa. Ponencia presentada en el I Congreso de las Américas sobre Lectoescritura. Maracaibo. (Mimeografiado)

Herzfeld, M. (1987). Anthropology Through the Looking Glass. Cambridge: Cambridge University Press.

Martinic, S. (2004). “La dimensión pedagógica de las políticas sociales y el aporte a la educación popular”. En: La Piragua. Vol. III, N° 21. DF, México
Merani, A. (1983). La educación en Latinoamérica. Mito y Realidad. Editorial: Grijalva
Ministerio de Educación (s.f). [Página Web en línea]. Disponible: http://www.me.gov.ve/PrimeraEtapa/cbn1index.htm [Consulta: 2006, julio 22].

Sánchez, C. y Morcillo, Redondo. (2003). En memoria de Pierre Bourdieu. [Revista en línea] Disponible:
http://www.uclm.es/PROFESORADO/RICARDO/Docencia_e_Investigacion/2/CarlosSanchez.htm [Consulta: 2006, julio 23]

Von der Becke, C. (1999). El funcionalismo. [Resumen en línea]. Disponible:
http://club.telepolis.com/ohcop/funcismo.html [Consulta: 2006, julio 23]

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