viernes, 6 de junio de 2008

De la filosofía del lenguaje al razonamiento científico de la lengua


Por: Nerliny Carucí

La Gramática Tradicional
posee carácter normativo:
no estudia el lenguaje como es,
sino como debería ser.
Sin autor (2007)

Enseñar gramática tiene dos utilidades:
aprender a corregir y
aprender la estructura de la lengua
Krashen (citado por Pérez, 2001)

Síntesis
Antes que la Lingüística, los primeros estudios que surgen sobre el lenguaje son las orientaciones filosóficas de un gran número de sabios cuyas concepciones se basaban en el sentido común y en especulaciones acerca de la lengua. A estas ideas que se remontan al siglo V a.C. -con las incursiones de los griegos en el campo del lenguaje- se les denomina Gramática Tradicional y no es más que un conjunto de reglas para el buen uso de la lengua.
En esta búsqueda filosófica, se dieron notables debates acerca de la “naturaleza” y la “convención” del signo. Los naturalistas argüían que había una conexión natural entre el significado y su forma, es decir, que las palabras “imitaban las cosas que nombraban” (Lyons, 1975, p. 5); mientras que los convencionales apostaban porque somos los seres humanos quienes le damos un nombre a las cosas por medio de acuerdos sociales.
Dicha disputa entre la naturaleza y la convención del signo lingüístico se extiende hasta el siglo XX, cuando se adopta la tesis de Saussure sobre la convencionalidad y la arbitrariedad de la palabra. Sin embargo, si revisamos en la historia, a pesar de que los naturalistas forcejeaban por mantener su posición, ya desde el Siglo IV a.C., la mayoría de los eruditos optaba por la convención.
Con todo, en cuanto al desarrollo de los estudios, la mayor parte de las nociones de la gramática tradicional coincide. En primera instancia, Platón comienza definiendo el lenguaje como “la expresión del pensamiento”, por medio de lo que más tarde conoceríamos como la oración, la cual está constituida por sujeto, verbo y predicado. Partiendo desde este punto de vista práctico, bastante clásico, se dividen las oraciones en categorías primarías y secundarias. Las categorías primarias están conformadas por un promedio entre ocho y nueve elementos básicos, con una que otra variación entre una cultura y otra, pero denotando siempre la presencia de al menos cuatro partes que se encuentran de forma permanente en la estructura de cualquier oración (todavía se mantienen). Estas primarias son: sustantivo o nombre, verbo, adverbio, artículo, adjetivo, pronombre, preposición, conjunción e interjección. A su vez, las categorías secundarias tienen que ver con caso, voz, tiempo, género y número. Dichas contribuciones -muchas de ellas incorporadas desde los estoicos- sirven de base a los estudios en torno a la estructura universal del lenguaje.
Hasta principios del siglo XX, las obras del lenguaje son netamente normativas y el mayor interés se centra en establecer reglas que ordenen el uso ideal del "lenguaje". Hay que observar que por varios siglos no se establece ninguna distinción entre lenguaje y lengua, y por eso, a menudo, encontramos como sinónimos lenguaje y lengua. Hoy se conoce que cuando se habla de uso del lenguaje, es uso de la lengua, pues el lenguaje es la capacidad del ser humano para comunicarse y la lengua es la que representa el sistema de signos.
Los gramáticos tradicionales concentran sus esfuerzos en el estudio de la lengua escrita, más que en las investigaciones en torno a la expresión oral. A pesar de que el primer estudio científico en el campo de la filosofía del lenguaje es de fonética, casi todos los estudios dan excesiva importancia al código escrito, por encima del oral; tendencia que se reproduce hasta la llegada del Estructuralismo.
Los sabios de la Gramática Tradicional diferencian niveles de la lengua como la fonética, la etimología y la gramática, mas se dedican especialmente a la teoría gramatical. Haciendo un paneo por los estudios de la Escuela de Port Royal en el siglo XVII (Pérez, 2001), la Gramática General y Razonada aparece dividida en cuatro partes: ortografía, prosodia, analogía (hoy morfología) y sintaxis, las cuales incluyen las categorías gramaticales estudiadas por los romanos en el siglo V a.C. (éstas por cierto no contienen ni el artículo, ni el adjetivo). No obstante, como dice Lyons (1975), ya los estoicos en el siglo IV a.C. habían sentado los fundamentos de la gramática tradicional a través de su labor etimológica.
En síntesis, la Gramática Tradicional se encuentra influenciada por los trabajos que van desde Platón y Aristóteles, pasando por la Escuela de los Estoicos en Grecia entre el siglo III y IV a.C.; sin dejar de tocar los aportes de los Alejandrinos, los hindúes y los romanos; hasta las contribuciones de la filología comparativa; y no menos importante por la Gramática racionalista de Port Royal en el siglo XVII. Luego vemos algunos avances en el siglo XVIII con la concepción de la lengua en “uso” y la incorporación de otras disciplinas para el análisis de la lengua, pero siempre fijando la atención a las letras y no a los sonidos (Flores, 2008).
Y así es cómo se fue consolidando lo que, en la actualidad, conocemos como Gramática Tradicional, hasta que en el siglo XX llega la revolución de Saussure con las distinciones entre lenguaje, lengua y habla (ídem), más los significativos aportes de la lingüística descriptiva y taxonómica que busca delimitar la lengua en sí misma como un objeto de estudio y convertir el análisis de la lengua en un proceso científico que partiera del razonamiento histórico y no de argumentaciones lógicas y especulaciones sobre la base del “sentido común”, las cuales habían causado malestar en el círculo de estudiosos de la lengua.

La funcionalidad de la Gramática en la Escuela
Uno de los conocimientos que se reconocen como necesarios para el neo-escritor es el saber que éste tiene del sistema lingüístico y que se encuentra representado por el dominio de su lengua materna, donde están incluidas no sólo las reglas, sino también las explicaciones gramaticales, que provean los medios adecuados para expresar ideas y sentimientos con soltura, a través de formas convencionales que permitan que el texto producido sea comprendido socialmente.
No hay nada más cierto que, en lo respecta a lectura y escritura, el conocimiento de la lengua incide en la composición y comprensión de textos. En el caso de la escritura, por ejemplo, el conocimiento que se tenga de las partes de la oración, de los niveles de la lengua y hasta de las categorías secundarias de la oración, influye en la calidad y densidad textual. En la medida en que la tarea sea más compleja, mayor debería ser el conocimiento de la gramática, ya que ello permite el desarrollo de habilidades automáticas durante los procesos de planificación, construcción, reconstrucción y revisión de un texto, en aras de garantizar el uso adecuado de las reglas gramaticales y propiciar fluidez, coherencia, cohesión y elegancia.
En cuanto a la lectura, se puede lograr una mayor comprensión, si toman en consideración todas y cada una de las unidades que comportan el texto, por cuanto en lugar de verlo de forma segmentada, se estudiaría a partir de una óptica integral que surja de la evidencia lingüística. Cabe también puntualizar que lo más importante estriba en que la lengua adquiriría un sentido para el estudiante y la gramática dejaría de ser un conjunto de reglas que debe cumplir de forma mecánica, sin siquiera saber por qué. No obstante, considero que para llegar a este plano, resulta fundamental, además de concebir la gramática como una serie de normas, que se propicien elementos significativos para el usuario de una lengua, ya sea oral o escrita, que dejen entrar al terreno de juego la creatividad y mejor aún el interés, y aquí hago una pausa para explicar que esta teoría no se trata de una modificación de la visión de la Gramática Tradicional, ya que si vemos en la historia de la filosofía del lenguaje, en el siglo V a.C., los mismos sofistas incorporaron a los estudios del lenguaje la retórica como arte para convencer a la audiencia (Pérez, 2001, p. 23), y justamente éste es un componente que quebraría ese molde acartonado de reglas mecánicas -que desprecia las construcciones no estandarizadas e incorrectas, sin antes explicar y escuchar razones- a través de la búsqueda de sentido en los textos. Ello permitiría que el conocimiento de la gramática de la lengua se sintiera como una necesidad para poder escribir, hablar y leer eficientemente; para comunicarnos en forma clara y con sentido; en fin, para existir en el lenguaje.

Los límites de la lógica gramatical
Pero, así como la lógica de la Gramática Tradicional tiene sus utilidades, también ha dejado sus secuelas negativas en los procesos de enseñanza de la lectura y la escritura. Y es que todavía hoy vemos cómo en nuestras escuelas se enseña lengua con una gama de ejercicios mecanizados y descontextualizados que no tienen ninguna relación con los parámetros comunicativos. Se nos enseña un conjunto de reglas que no sabemos para qué sirven, ni cuándo las debemos utilizar. La enseñanza de la lengua ha estado basada en la creencia generalizada de que para aprender a leer o escribir se deben conocer las normas gramaticales y, literalmente, se ha “obligado” a los estudiantes a conjugar verbos, memorizar sinónimos, saber usar el SE impersonal y el se en oraciones pasivas y otro sinnúmero de normas, que por ser aprendidas sin sentido, los alumnos olvidan.
Otro de los errores se halla relacionado con la falta de pluralidad textual en las prácticas de escritura y/o lectura, puesto que en la enseñanza de los procesos de lecto-escritura, al igual que en la Gramática Tradicional, ha habido una tendencia a ocuparse por lo general de textos literarios, en subordinación de las demás tipologías textuales. Toda esa visión normativa de la lengua ha conducido a considerar la lectura y la escritura como procesos rígidos y ordenados, en cuya evaluación predomina el producto de la forma sobre el contenido. En el caso de la lectura, se observa una prevalencia de la “buena pronunciación” por encima de la comprensión; y en la escritura, de la ortografía por encima de lo que el escritor quiso comunicar.
Finalmente, no podemos obviar el papel relegado que, durante siglos, tuvo la oralidad en los estudios de Gramática Tradicional y que se refleja en los contextos escolares actuales, principalmente en las áreas de enseñanza-aprendizaje de la lengua, donde se evidencia una preeminencia del código escrito, en detrimento de la expresión oral.

De cualquier modo, podemos cerrar diciendo que muchos investigadores se han dedicado a criticar la Gramática Tradicional, sin percatarse que esta concepción de la lengua puede convertirse en un juego de mesa con puros ganadores, si se saben aprovechar el método y los aportes que ha arrojado el estudio de la lengua a luz de la filosofía y de la lógica, y que han servido de punto de partida para las investigaciones de las corrientes casadas con el razonamiento científico del lenguaje, la lengua y el habla.
Referencias
Lyons, J. (1975). Introducción en la Lingüística Teórica. España: Editorial Teide.

Pérez, H. (2001). Lenguajes verbales y no verbales. Reflexiones pedagógicas sobre las competencias lingüísticas y comunicativas. Colombia: Editorial Magisterio.

Flores, P. (2008, febrero). Introducción a la Historia de la Lingüística Teórica. Clase-foro realizada en la materia Introducción Lingüística Teórica. Ciudad Guayana: Universidad Nacional Experimental de Guayana.

Sin autor (octubre, 2007). Conocimiento de la Gramática. Lenguaje. Gramática. Oraciones gramaticales [Resumen en línea]. Disponible: http://html.rincondelvago.com/conocimiento-de-la-gramatica.html [Consulta: 2008, marzo 06].

*Periodista, ULA Táchira 2004.
Estudiante de la Maestría en Ciencias de la Educación.
Mención Lectura y Escritura. UNEG.
Marzo 2008.

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