viernes, 6 de junio de 2008

Entre la taxonomía saussureana y las hipótesis deductivas chomskianas


Por: Nerliny Carucí*

El estructuralismo, en cuanto a enfoque lingüístico, permite dar un salto de la concepción normativa de la teoría tradicional y ejercita una metodología descriptivista que se centra en estudiar y clasificar la lengua en sí misma. Con esta teoría desarrollada por Saussure, desde principios del siglo XX, se conoció un florecimiento del análisis científico del lenguaje a través del cual se buscaba analizar la lengua desde una óptica objetiva que permitiera estandarizar procesos de razonamiento más que especulaciones.
Cassany (1994, p. 304) explica que la teoría saussureana intenta estudiar “la lengua tal como es y no como debería ser”. Recordemos que la Gramática Tradicional conservaba una enseñanza casi irreal que se basaba más en el deber ser de la lengua que en la lengua en uso. Todas las normas estaban dirigidas a conseguir un código escrito perfecto que pudiera ser imitado de forma oral, tal como si fuese un patrón. La fundación del modelo taxonómico de Saussure se convierte en un gran avance en la resolución de estructuras más o menos complejos, sin usar los criterios ancestrales de corrección.
Con la concepción descriptivista de Saussure, se admitía el análisis de las categorías primarias de la oración y de los sintagmas que resultan de la combinación de las categorías e incluso exploraba el campo de la estructura interna de las mismas palabras, a través de los morfemas. En efecto, construye un modelo descriptivo por medio de la segmentación que gira en torno a dos ejes: el Sintagmático y el Paradigmático. El primero, se da por las relaciones que se establecen en el encadenamiento lineal de las unidades componentes de una oración; y el segundo, de las relaciones que se establecen entre elementos fuera del encadenamiento lineal con funciones gramaticales equivalentes (Pérez, 2001; Flores, 2008). Ambos ejes se usan desde entonces para describir y explicar sistemas lingüísticos.
Otra de las repercusiones fundamentales del estructuralismo es la distinción entre lenguaje, lengua y habla. Saussure define el lenguaje como una facultad universal inmutable del ser humano. A la lengua la concibe como producto social del lenguaje y la delimita como un conjunto de convenciones necesarias adoptadas por el cuerpo social para permitir el ejercicio de esa facultad en los individuos (citado por Flores, 2008). Y al habla, como la puesta en escena de dichas convenciones: la parte individual y variable de la lengua.
La historia de esta oposición entre tales conceptos resulta consolidada por la incursión de los trabajos de Chomsky, cuyo aporte más significativo podría decirse que es la idea de la universalidad del lenguaje. Según sus investigaciones, existen reglas y categorías gramaticales universales que son generalizables a todas las lenguas. En su obra, hace hincapié en que el lenguaje es la capacidad innata que posee el ser humano de comunicarse. Afirma que “los niños aprenden lengua sin teoría gramatical y que, desde pequeños, producen mensajes de acuerdo con las estructuras de la lengua que los rodean; se han configurado una representación mental de un sistema de reglas” (Cassany, 1994, p. 306). Más adelante, Chomsky culmina declarando que la lengua se aprende con en el contacto y el uso reales.
Aún así, para algunos estudiosos de la lengua, la gramática generativa de Chomsky produce un corte radical tanto con la gramática tradicional como con la gramática descriptivista o estructural de Saussure. Lombraña (1979) es insistente al afirmar que:

La razón de principio, según Chomsky, que produce el corte radical entre su teoría y la «estructuralista-moderna» consiste en que esta última no explica el hecho fundamental del lenguaje humano: El hecho central con el que tiene que enfrentarse una teoría lingüística es el siguiente: un hablante maduro puede producir frases nuevas de su lengua nunca antes oídas y puede entender frases que también son nuevas para él. Asimismo, nuestro hablante maduro es capaz de identificar las oraciones derivadas o de darles una interpretación. Este «aspecto creativo del lenguaje» es su característica esencial, cosa que han olvidado los enfoques, estructuralista y conductista, en los que se supone el lenguaje como una estructura formada por hábitos o como una red de conexiones asociativas. Pero el individuo que ha adquirido el conocimiento de una lengua puede construir un número infinito de oraciones nuevas de dicha lengua. El objetivo propio de la Lingüística es dar cuenta de ese conocimiento interno que el hablante - oyente posee de su lengua: su competencia lingüística. Una gramática será, pues, explicativa cuando se proponga como objetivo, no el texto y los procedimientos de su clasificación y segmentación, sino explicar cómo cada ser humano normal ha desarrollado su competencia en su lengua nativa; es decir, una gramática ha de dar cuenta de la intuición lingüística del hablante nativo. (pp. 06 y 07)

Sin embargo, en lo particular considero que el generativismo chomskiano, no descarta –a pesar de las diferencias esenciales que puedan tener- el nivel de análisis descriptivista de Saussure, más bien lo amplía y reafirma que la clasificación de un sistema no es suficiente para analizar la lengua. De allí que señale que la langue (llamada por Chomsky competencia) va más allá del conocimiento de los elementos y de las reglas de la gramática, y abarca el conocimiento que un hablante ideal tiene de su lengua nativa, de modo que sepa aplicar las reglas a la hora de construir o entender nuevas frases. Incluso, la dicotomía hecha por Chomsky entre “competencia y actuación”, se encuentra relacionada con la distinción entre lengua y habla de Saussure, aunque como ya dijimos, rechaza el concepto de lengua como mero inventario de signos y; antes bien, asegura que ésta se corresponde con la competencia subyacente del hablante de poder distinguir oraciones gramaticales y aceptables de oraciones agramaticales e inaceptables.
El fundador del generativismo se opone a la teoría moderna de Saussure, porque ella se quedaba solamente en la clasificación y descripción de la lengua en sí misma, sin pasar a explicar las regularidades de los procesos como el individuo generaba una oración, ni mucho menos revelaba la universalidad del lenguaje. Dicha crítica es la que lleva a Chomsky a proponerse, como objetivo principal, construir un modelo formal para explicar los procesos subyacentes de construcción de frases comunes a todas las lenguas (Flores, 2008).
Una vez diferenciados los propósitos de cada una de las corrientes, es bastante difícil decir cuál es la teoría más acertada. Cuando se toma conciencia de las labores investigativas de Saussure y Chomsky, se reaviva la seguridad de que las dos son fundamentales porque aunque sistemáticamente se trata de investigaciones distintas, que perseguían fines diferentes, ambas son necesarias para comprender el funcionamiento y las regularidades de la lengua. Como expresaría Pérez (2001), la primera se trata de una concepción que observa y clasifica los hechos. La segunda es mucho más “ambiciosa”: no sólo quiere observar y describir los hechos, sino explicarlos por medio de un método de análisis hipotético-deductivo-observacional.
Este punto de vista es reforzado por Pérez (ibídem), cuando subraya que la gramática estructural proponía un modelo taxonómico, cuyos análisis podrían reducirse a listas de oraciones correctas e incorrectas (también llamadas mejor o peor descritas), mas no emitía mayores datos sobre el funcionamiento de la lengua, ni disertaba sobre la capacidad que posee el ser humano de expresar un hecho de infinitas maneras distintas utilizando un número finito de signos lingüísticos. En cambio, para Chomsky la creatividad -gobernada por las reglas- constituye una de las características del comportamiento del lenguaje que permite que un individuo pueda crear un sinnúmero de oraciones a partir de un número determinado de fonemas y morfemas. (Entiéndanse estos últimos como unidades de la estructura interna de las palabras. Son las unidades significativas mínimas que se van uniendo con otras para constituir palabras y sintagmas. Hay tres clases de morfemas: los lexemas son los morfemas que tienen “un significado específico y que constituyen el núcleo central de la palabra”, como caball; los grafemas, “que carecen de independencia morfológica y se unen, obligatoriamente a ciertos lexemas para precisar y concretar el significado de éstos”, marcando género, número, modo, tiempo y persona, por ejemplo la caball-o. Los derivativos son morfemas que alteran el significado semántico, pero ellos siempre permanecen invariables, verbigracia, caball-it-o (0rtuño, 2003, p. 144). A su vez, este conjunto de signos lingüísticos forma grandes sintagmas que combinan entre sí las unidades que mencionamos supra).
Cabe puntualizar que, un elemento común a los modelos mencionados es que la unidad de análisis en ambos casos es la oración, con la salvedad de que Chomsky hace una observación sobre la presencia de una doble estructura en las oraciones: una estructura superficial y una profunda. Con tales estructuras el propulsor del generativismo aborda el problema de la ambigüedad que no es más que “la posibilidad que tiene un hablante de interpretar o comprender un enunciado de dos maneras diferentes, por lo menos” (Pérez, 2001, p. 123). El concepto de las oraciones ambiguas introduce un criterio de sentido en el método deductivo, que al principio parecía centrado sólo en el fenómeno sintáctico de la creatividad.
En cuanto a los niveles de análisis, el laboratorio creativo de Chomsky incorpora la semántica como uno de los componentes básicos de la gramática de cualquier lengua. Si observamos con detenimiento, vemos que, la lingüística estructural estudia las oraciones a partir de sus jerarquías y conexiones sintácticas, distinguiéndose tres tipos de niveles: sintáctico, morfológico y fonético; mientras que la conexión generativista se realiza en presencia de reglas transformacionales que, además de apoyarse en las relaciones sintácticas y en los elementos fijos, constantes y variables de las palabras, se formalizan con elementos de significado. Así, la corriente generativista no duda en configurar en sus niveles, además de la estructura sintáctica generativa, los rasgos fonológicos y semánticos interpretativos. De esta manera, se traza otra distinción fundamental en el procedimiento de análisis; ya que, de por sí el nivel fonético de Saussure es sobre la base de sonidos en abstracto y el nivel fonológico de Chomsky se propone para sonidos en contextos reales. Por ende, las interconexiones varían de acuerdo con los distintivos mínimos de cada disciplina.
Fuera de lo anterior, en el planteamiento saussureano, han de caracterizarse conceptos como diacronía y sincronía que son métodos complementarios, a pesar de que con el primero se trabaja la lengua a través del tiempo; y, con el segundo, el estudio lingüístico se sitúa en un momento determinado. A los signos lingüísticos, Saussure los considera arbitrarios, es decir, que se dan por convención entre los hablantes. “Esta arbitrariedad no significa que cada hablante tenga libertad para elegir determinado significante, lo que es significativo es el hecho de ser inmotivado, es decir, arbitrario en relación con el significado con lo cual no guarda en la realidad ningún lazo natural” (Pérez, 2001, p. 83).
De igual manera, Saussure incorpora la relación entre significante y significado, o sea, el sonido, lo que entra por el oído, y su enlace con el concepto, respectivamente. Claramente la unión del significante y el significado no puede cambiarse arbitrariamente, por cuanto, como acabamos de explicar, “la lengua, es herencia de los pueblos, se transmite de generación en generación y se recibe tal cual es” (Saussure, citado por Pérez, ibídem).
Entre las contribuciones de Chomsky, Cassany (1994) menciona una que no podemos dejar de referir: la noción del error como herramienta de aprendizaje. En lugar de concebir las faltas como pecados peligrosos que hay que extirpar, los ve como síntomas del proceso de aprendizaje y que en la medida que el estudiante escuche o lea soluciones aceptadas, las irá corrigiendo y asimilando en su repertorio lingüístico.
Finalmente, resulta oportuno exponer que en lo superficial, tanto el estructuralismo clásico como el generativismo, aunque superan la concepción del aprendizaje lingüístico como un estudio de reglas de corrección y estructuras morfológicas, y pasan al análisis de estructuras oracionales, de los elementos que la componen y sus respectivas relaciones, y a procesos de descubrimiento creativo de las reglas, respectivamente, se quedan escuetamente en los niveles sintácticos y semánticos, sin considerar el contexto ni otras características pragmáticas.
El cambio de perspectiva en ambas concepciones, en relación con la gramática tradicional, no derriba las dificultades para explicar fenómenos particulares de la lengua. De hecho, la traducción de la lengua se hace sobre la base de oraciones ideales o gramaticalmente aceptables, es decir, aquellas que se ajustan a las reglas morfosintácticas del idioma y cuyo mensaje se entiende. No por eso es casualidad que hayan dejado de lado entre sus intereses los usos lingüísticos y particularidades producto concreto del habla o de la escritura real. Esta imposibilidad, que acusa a ambas corrientes, ha sido la raíz de la profusión de nuevas teorías sobre el lenguaje de algunos investigadores contemporáneos que rechazan el tratamiento automático de la lengua y comprueban la necesidad de analizar textos completos y no frases aisladas, a través de niveles sintácticos, semánticos y pragmáticos que redimensionan el estudio de la lengua.


Referencias

Cassany, D.; Luna, M. y Sanz, G. (1994). Enseñar lengua. Barcelona: Editorial Graó.

Flores, P. (2008, marzo). Estructuralismo y Generativismo. Clases-foros realizados en la materia Introducción Lingüística Teórica. Ciudad Guayana: Universidad Nacional Experimental de Guayana.

Lombraña, J. (1979). “Metodología de la Gramática Generativa”. [Artículo en línea de El Basilisco número 7, mayo-junio]. Disponible:
http://www.fgbueno.es/bas/pdf/bas10701.pdf [Consulta: 2008, marzo 13].

Ortuño, M. (2003). Teoría y práctica de la Lingüística Moderna. México: Editorial Trillas.

Pérez, H. (2001). Lenguajes verbales y no verbales. Reflexiones pedagógicas sobre las competencias lingüísticas y comunicativas. Colombia: Editorial Magisterio.



*Periodista, ULA Táchira 2004.
Estudiante de la Maestría en Ciencias de la Educación.
Mención Lectura y Escritura. UNEG.
Marzo 2008.

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